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domingo, 20 de enero de 2013

El botón




Los peligros del exceso de información nunca serán suficientemente valorados.
Todas las mamás creemos que nuestros hijos tienen una inteligencia superior a la media.
Todas nos saltamos alegremente las etapas de su desarrollo cognitivo y les damos información sobre cosas que ellos- a diferencia de los hijos de nuestras amigas- sí entenderán.
Pero sólo las madres que somos biólogas y que además hemos cursado la asignatura de Desarrollo Embrionario podemos ser tan pedantes que rocemos la catástrofe tratando de  inocular toda nuestra ciencia a la menor ocasión.
Mi hija Noa, de tres años, no solo sabe qué es el clítoris, sino dónde está situado exactamente y cual es su homólogo embrionario en el cuerpo masculino.   
El otro día, mientras la duchaba, se abrió de piernas, desplegó las distintas capas de su cosita para hacer pipí, y me dijo Y ésto ¿ qué es?
Yo seguí frotando sus rodillas y, pretendiendo darle la misma importancia que si me hubiera preguntado por el lóbulo de su oreja, le dije: Ah, ¿ésto? Esto es como un pito, pero más pequeño. Y seguí con la esponja piernas abajo, satisfecha de haberle sabido dar los datos anatómicos sin más connotaciones. Después me entretuve un buen rato quitándole los macarroncillos que tenía entre los dedos de sus pies.
Dos días más tarde la información se había difundido como una gota de aceite en un papel secante. La niña había contado a todos su amigos del cole, a su profesora y a sus dos abuelas que ella también tenía pito. Un pito pequeñito.
Ayer me pasé toda la tarde recordando con odio a mi profesor de Desarrollo Embrionario y sintiéndome la peor madre del mundo.
Por la noche, mientras la bañaba le dije: Oye ,¿ te acuerdas de lo que te dije el otro día del pito? Pues me equivoqué. No es un pito, es un botón. ¿Un botón? –contestó rascándoselo- ah, vale.
Esta mañana me ha dicho que le seguía picando el botón. Le he puesto un poco de talco, le he cambiado las braguitas y la he llevado al cole sintiendo el enorme alivio de haber conseguido hacer reversible algo que sin remedio la hubiera llevado a la confusión, la promiscuidad y las drogas. He vuelto a casa pensando, admirada, lo maleable que es el cerebro de los niños ( el de mi niña mucho más que el de los hijos de mis amigas, estaba comprobado) y con la punzante sensación de que tengo una conversación sobre botones pendiente con mi hija dentro de unos años.

Para Blanca Torres, por sus jugosas anécdotas.

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