En un burdel de París
Mientras esa mujer siga, frente a Monsieur Lautrec, deslizando
la media negra en su interminable ascenso con la misma calma y precisión con la
que se ajustaría una horquilla en su peinado, nuestra ignorancia sobre lo que
es la intimidad seguirá intacta.
Yvette
Al
pintor le entusiasmaban las bailarinas, el alcohol, el fulgor mortecino de los
burdeles y la enigmática anatomía de los caballos. No tuvo más que dejar
envejecer a Yvette Guilbert para encontrar el objeto más perfecto que la
naturaleza le pudiera ofrecer a su obsesivo pincel.
¡Bravo, Paz!
ResponderEliminarMe acerqué pensando en que leería un micro de espíritu cortaziano y me he llevado la sorpresa de verme inmerso en la belle epoque.
Me gustan mucho los dos. Sobre todo la carga de crítica jocosa del segundo.
Un abrazo,
Pedro, no había caído en que el título podía hacer pensar en los manuales de instrucciones de Cortazar! Hicimos un viaje al museo de Toulouse Lautrec en Albí y me quedé fascinada del sórdido universo que pintaba, y de cómo lo hacía. Un abrazo y felicidades de nuevo por tus relatos en la nave.
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