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jueves, 25 de abril de 2013

Perspectiva





Si se mira bien, una persona que está perdiendo la memoria no se diferencia mucho de alguien que está haciendo el pino y de repente lo ve todo del revés. Todo es cuestión de perspectiva. El árbol genealógico se pone patas arriba y cuando Teresa ve llegar a su hijo con aspecto de señor maduro nadie debería sorprenderse de que le salude con un efusivo: ¡hola papá!
Por lo mismo, no es raro que un rato antes ( o después , nunca se sabe) nos haya enseñado una fotografía en blanco y negro de ese mismo hijo cuando era un niño y nos dijera que es su nieto. Si resulta que el tiempo no es una línea recta sino algo mucho más gelatinoso, no es incongruente que insista en decir que ni hablar , que qué va a ser su hijo , que es su nieto, seguro. ¿Cómo va a tener ella, tan mayor, un hijo tan pequeño? ¿Quién define qué fue antes y qué después? Quizás también tenga razón cuando dice: “¿Hijos? Los hijos no sirven para nada, lo único que vale la pena son los nietos”. Aunque no queramos aceptarlo todas las abuelas lo confiesan cuando se juntan a tomar chocolate con pastas. Y sería una buena señal que las que ahora lo oímos con pena,  un día- desinhibidas ante una buena infusión y un grupo de amigas deslenguadas –actualizásemos el mismo mantra evolutivo, para escándalo de nuestro hijos. No hay nada más tranquilizador que un buen eterno retorno. Mientras tanto a alguien se le ha ocurrido la brillante idea de proponer la adopción de nietos para abuelas que no hayan tenido la suerte de serlo.
Teresa no se acuerda de haber pedido otro café, ni sabe adónde vamos después, pero recuerda perfectamente el nombre de su padre y el italiano que hablaba de pequeña. Simplemente ha dado la vuelta al reloj de arena y se perciben pequeñas turbulencias entre las partículas de tiempo que ahora han cambiado de sentido. Nosotros no lo entendemos porque ya no tenemos la agilidad ni la imaginación que teníamos de pequeños para hacer el pino y observar el mundo al revés, con el sol abajo y el suelo arriba, como en el polo sur.



Dedicado a Jorge Diogene, por invitarme a compartir ese desayuno.
Y también a Kestutis Samulis, que me ha enviado estas preciosas fotografías del lugar donde ahora vive.


martes, 23 de abril de 2013

Leer




"Leo en todo momento, cuando no estoy haciendo otra cosa que me lo impida. Quiero decir, leer es el estado natural del ser humano, ¿verdad?.Leer es lo que uno desearía estar haciendo siempre.Se trata de tener algo para leer siempre a mano: en la cartera, en el bolsillo, en el baño, en la mesa de luz, en el estante , en la computadora, sobre la mesa de la cocina y la del comedor, en casa de amigos y parientes, en la oficina. Entonces uno abre el libro,se zambulle y zas. Allí se va, leyendo por el río de las palabras. Si, es lectura escapista. Houdini lector. Leo como quien respira. A veces es inevitable contener el aliento , pero en cuanto saco la cabeza fuera del agua ( ese efecto se produce , curiosamente cuando me sumerjo en la lectura) otra vez estoy allí, leyendo. En los vehículos de transporte, qué maravilla. En el metro, por ejemplo, en las horas pico, con los brazos levantados, apoyando el libro  sobre la nuca o la espalda de un desprevenido compañero de viaje. En el metro vacío, cómodamente sentada, un poco culpable siempre por la ausencia de la realidad. ¿Sobre qué voy a escribir si no miro , si no sé , si no estoy? Leo en el baño, siempre y largamente. En la cama ¿ por qué no? .Pero qué bueno en la cocina , comiendo , simultaneidad del placer. En los bares , tomando cortaditos. En los aeropuertos, casi sin mirar el reloj. En la bañadera. Caminando. He llegado a caerme en un pozo por leer en la calle, pero no por culpa mía , fue el pozo artero que me atacó , disfrazado con un plástico negro. En las colas de oficinas públicas y bancos y supermercados.( Ah , con qué gusto extraigo mi libro mágico en todos los lugares donde no quisiera estar) ¿Dónde no leo? Debería preguntarme. Nunca leo en la ducha , ni cruzando la calle , a menos que haya luz verde”

De una entrevista a Ana María Shua publicada al final de su libro de cuentos recién salido del horno  “ Contra el tiempo”.
¿ Cómo ha podido describir tan bien Ana María Shua  todos los síntomas de lo que me ocurre a mi?
Aunque yo jamás compro libros el día de San Jordi ( solamente me reprimo este día) me parece un texto magnífico sobre la felicidad que sentimos los lectores compulsivos al poder leer en todos los intersticios de la vida.


Aquí abajo el vídeo (grabado por Susana Camps) de mi lectura de uno de los microrrelatos de la gran Ana María Shua en la presentación de su libro "Contra el tiempo".Y dos fotos de la presentación: La autora conversando con Ginés Cutillas, y los microrrelatistas ( Jesús Esnaola , Mónica Sempere , Miguel Angel Flores, Xavier Blanco y yo) leyendo. Miguel Angel haciendo de las suyas, reverencias entre otras cosas.





miércoles, 17 de abril de 2013

Liberación




A esas alturas yo solo quería irme a mi casa. El médico y las enfermeras me tranquilizaban en tono profesional, pero en cuanto se daban la vuelta yo intuía gestos más sinceros. Luego de repente salían de la sala. Al volver me decían que enseguida lo iban a solucionar.
Llevaba más de media hora atrapada cuando me anunciaron la inminente llegada del mecánico. No podía pensar en nada más deseable que un hombre con una caja de herramientas. Por suerte las dos piezas de la-llamémosle así- pinza no estaban, en el momento de quedarse atascada, a la máxima presión pero sí a la suficiente como para que no me pudiera separar. Imposible marcharme a no ser que me llevara el aparato a cuestas, así que me pareció mejor continuar como estaba: medio desnuda y dibujando una prodigiosa contorsión con mi cuerpo enganchado a una máquina de hacer mamografías.
Cincuenta minutos después de la entrada a esa cámara de torturas, era por fin liberada. Jamás me había sentido tan ligera. No me importó en absoluto que aun tuviera que someterme a la ecografía y a la dolorosa punción para vaciar el líquido de mis tetas fibroquísticas. Si me sentía con fuerzas, me dijeron. Como para esperar otro año y medio, les dije. 
Al salir, ni siquiera me afectó-con lo sensible que yo soy- el aplauso de todas esas mujeres que esperaban su turno mientras lucían esas sonrisas entre solidarias e histéricas. Las pobres.
 Al menos yo ya estaba fuera.

                                    
                       Mi segundo micro "indignado", dolorido y espeluznado  por los recortes en sanidad.
Dedicado a Marisol , Espe , Marta , Joana , Pepa y Lourdes , musas inspiradoras de muchas historias y de aun más risas compartidas.

lunes, 15 de abril de 2013

Pluscuamperfecto de subjuntivo





Si no se hubiera anulado el congreso al que tenía que asistir mi padre aquel mes de Julio de hace ahora 50 años, y no hubiese aceptado la invitación de su amigo para pasar el fin de semana en la playa y así compensar su mala suerte, jamás habría conocido a mi madre, que a su vez había programado una escapada con su amiga a la Costa Dorada en el último momento en lugar de quedarse muriéndose de calor en Zaragoza. Nunca habrían coincidido en aquella bolera de Salou donde mi mamá le escribió su teléfono en un papelito que no se perdió ni se borró al lavar la camisa.
Si toda esta serie de carambolas encadenadas no se hubiera producido, no estaría yo (simplemente yo no estaría) en este momento escuchando a esta deliciosa y desinhibida pareja de ancianos narrándome  el azaroso prólogo de mi existencia. Y lo que es peor, esta noche no podría explicarles a mis hijos el microrrelato de su prehistoria, la descripción del mito fundacional de su  familia materna : esa bolera de los años sesenta con las bolas ya descascarilladas de tanto hacer recorridos aleatorios por la pista.

lunes, 8 de abril de 2013

El ojo del huracán



La primera vez apenas levantó una leve brisa, pero no consiguió su cometido.
-¡Sopla más fuerte!
Se subió a la silla. Ensanchó la espalda. Concentrado, miró fijamente las cinco velitas. Calculó la distancia. Hinchó los mofletes. Apuntó.
Y sopló.
Al principio notaron una densa calma, como un vacío. Después un pequeño torbellino, una ligera corriente de aire recorrió el suelo de la habitación.
Al momento vibraron los cristales, explotaron los globos y la melena de la madre de Oscar se elevó electrizada. Las palomitas de maíz levantaron el vuelo y los niños las seguían tratando de  disfrutar de su repentina ingravidez. Los bocadillos de jamón con mantequilla pegados en las paredes y la lluvia de aceitunas con Fanta constituían el paisaje ideal para un cumpleaños.
De repente los cristales dejaron de protestar y se rompieron, abriendo así una vía para que los pequeños Peter Pans volaran hacia el exterior del edificio mecidos por esa divertida espiral.
Las mamás reían con una risa algo histérica,  se sentían livianas como si volvieran a ser adolescentes.
El edificio se meció a derecha e izquierda, pero por suerte nunca llegó a su límite de elasticidad. Tras un remeneo de flan regresó al equilibrio.
Fue el cumpleaños más feliz al que habían asistido los de la clase de los Pingüinos.
Cuando acabó la tremenda juerga que les había preparado Oscar y su mamá, las demás madres llamaron  a sus hijos para que fueran jugando a algo más tranquilo mientras ellas recogían. Se las veía con los ojos brillantes y despeinadas.
Al regresar al centro de la habitación se dieron cuenta de que el pastel seguía allí: terso, reluciente de chocolate negro, con su borde de lacasitos  y sus cinco velitas con llamas temblorosas anunciando que había llegado el momento del  Happy Birthday  y de los regalos.

                                                                                                  La  foto es de mi sobrino Elías 
                                               Este texto fue publicado en el número 211 de la revista Axxón
                                                        


jueves, 4 de abril de 2013

Una mujer nos mira


Desde una fotografía. Con una mirada entre desafiante y melancólica.

Una mirada que atraviesa la imagen en blanco y negro y viaja en el tiempo para llegar nítida a la retina de quien la mira ahora, tantos años después.

Ella acaba de dar a luz. Está inflamada. La piel impregnada de ese olor a antisépticos, todavía sintiendo el tacto rasposo de sábanas lavadas demasiadas veces con lejía, el aire lechoso y el sabor a silencio del hospital.

Es el primer paseo tras el parto. Cada vez que hace un gesto sencillo −como estornudar o reírse− la cicatriz le recuerda que todo ha cambiado, que su cuerpo se ha vuelto definitivamente consciente. Glándulas y vísceras le darán, a partir de ahora, cuenta exacta de sus movimientos y flujos.

También sabe que su suegra y su cuñada, que miran con arrobo a su hija, no entienden nada. Su cuñada también va a tener un bebé  en poco tiempo, pero todavía es inocente como una virgen.  Su suegra tiene a la niña en sus brazos con gesto de ave de presa, pero no sabe nada. O mejor dicho, ya no se acuerda.

Lo que nos quiere decir la mujer es misterioso y difícil.

Tiene que ver con una mezcla de agotamiento y emoción lenta, con una nostalgia tremenda de la juventud, y a la vez con un interés obsesivo hacia esa criatura que le ha crecido adentro sin control, y que su cuerpo ha volcado al exterior tras un desgarro tectónico.

Tiene que ver con una vibración dulce y viscosa que no podrá evitar derramar en todo aquello que le produzca ternura. Con una fragilidad nueva, como de copa de cristal, que ya no la abandonará.

Tiene que ver con algo indestructible que hoy- casi cincuenta y nueve años después- recibo yo, su hija, al encontrar la fotografía revolviendo en el álbum familiar.


martes, 2 de abril de 2013

Efectos adversos



A sus setenta años creía que ya nunca más experimentaría los perturbadores síntomas de un enamoramiento: nerviosismo, palpitaciones, vértigo, sudoración en las manos, trastornos del sueño...Solo tuvo que aumentar, por equivocación, la dosis de su anti inflamatorio.