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lunes, 8 de diciembre de 2014

Reunión familiar

David Imlay

Mi bisabuela parió catorce hijos, de los cuales solamente siete sobrevivieron a una infancia sin antibióticos. Pero le bastó con acudir al santoral siete veces, pues el nombre del niño que moría era adjudicado automáticamente al siguiente bebé, como queriendo brindar otra oportunidad a ese santo en la familia. Estas segundas versiones siempre sorprendían a la comadrona por su enorme peso al nacer, cosa que no nos debería extrañar pues cargaban con la losa de las expectativas y el duelo de la madre . 
Hoy hemos enterrado a la última hermana de mi abuela que quedaba viva. Luisa, de noventa y cinco años, se ha reencontrado por fin con Luisita, de tres añitos, y con el resto de parejas de ancianos y bebés homónimos que habitan en el panteón familiar. Una ansiada reunión en la que se hablará de balances, de aspiraciones frustradas, de envidias incorruptas, de segundas oportunidades desaprovechadas y, en fin, de esta familia nuestra en la que los más espabilados han conseguido llevar una doble vida impunemente.