Y
las azules, las del abuelo con la barba del mismo color, son prodigiosas. Salen
enseguida, derrapan por el tablero, devoran, cuentan hasta veinte, y a
continuación se esconden en su casa. Las tres jugadoras de turno agitan los
cubiletes con sus manos de pergamino y contemplan embelesadas a este campeón
tan fiero y seductor, mientras hacen como que se olvidan de contar.
Y
es que no lleva nada bien que las nuevas auxiliares de enfermería del asilo le
hagan carantoñas con todo el descaro de su juventud. A él. Sin sospechar en absoluto de lo que sería
capaz si pudiera mover ficha de verdad.
La semana pasada me animé a enviar un relato al REC ( Relatos en cadena, de la SER). Solo he enviado tres en todo el tiempo que llevo escribiendo, no va conmigo tanta presión y limitaciones. Esta vez lo hice porque la frase del inicio era la última de mi amiga Mel Nebrea, ganadora de la semana anterior.Me costó escribirlo en tan poco tiempo. Y no ha habido suerte, claro. Pero igual valió la pena intentarlo.Va por tí, Mel, ¡y suerte en la final mensual!.