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martes, 25 de abril de 2023

El trazado de una circunferencia

 


Hace dos mil años las historias y los relatos trataban de dioses. Luego de héroes, más tarde de reyes, y poco a poco se empezó a considerar digno poner en el escenario a personas más corrientes. En la actualidad cuanto más se parezca el personaje a tu vecino, mejor. Lo curioso es que algunas de estas personas dignas de ser descritas en un apunte contemporáneo −por parecer vulgares− si se las mira de cerca tienen rasgos heroicos, generosidades regias, y a veces en su presencia sentimos esa solemne reverencia que antes se reservaba sólo a los dioses.

Como ocurre ante ese anciano que −aunque no lo parezca− está trazando el último fragmento de la circunferencia que cerrará y dará sentido a su vida. Hace de guía en el Museo Judío anejo a la Gran Sinagoga de Budapest. Le siguen una comitiva de seis turistas norteamericanos. Trato de acompasar disimuladamente mi recorrido al del grupo para escuchar sus explicaciones.

Enseguida me doy cuenta de que su inglés tiene un acento ilocalizable, su barba rala emana un aroma a antiguo, el traje negro tiene un brillo gastado y el kipha que cubre su cabeza le da una autoridad sagrada y melancólica. Su figura se recorta en negro sobre el fondo colorido y anacrónico de camisas, bermudas y sandalias del grupo de yanquis, que escuchan atentos.

Se detiene ante cada una de las fotografías que cubren los murales y las describe como si en ello le fuera la vida. La fotografía cobra vida en el dibujo de todos los detalles que el hombre recrea ceremoniosamente. Historias que no caben en las palabras. Fotografías en blanco y negro que sobrecogen mostrando el asfixiante aislamiento al que fue sometido el gueto de Budapest durante el nazismo, pero también las represalias posteriores de los aliados. Mapas de la ciudad creciendo como una ameba, que preceden a las ruinas prematuras. Caras, gestos, paisajes devastados. Tristeza y desesperación condensadas en la pared y en la mirada de los que por ahí pasan.

Una pequeña luz alivia este doliente paisaje fotográfico: una serie de marcos con rostros inocuos y en actitud apacible desentonan en ese lugar como lo haría un esmoquin en un campo de batalla. Son las fotografías de los cónsules y diplomáticos de diferentes países que consiguieron salvar a muchos judíos antes de que el hambre y las enfermedades acabaran con casi toda la población judía de Budapest tras el asedio. El anciano se acerca a una de las fotografías y pronuncia lentamente ─como si rezara─ el nombre del cónsul suizo. El que con sus artimañas diplomáticas consiguió sacar a tiempo del gueto a muchas familias con niños hacia Suiza y darles allí una oportunidad.

Es entonces cuando uno cae en la cuenta de que el acento es francés.

Y de que uno de esos niños era él.




He presentado este relato a la convocatoria del concurso de Zenda sobre #historiasdeEuropa

jueves, 20 de abril de 2023

Una muerte prematura

 

                                               Fotografía del blog de La Microbiblioteca


La ceremonia resultó de lo más emotiva, y se ciñó a lo que ella había ido planificando con tanto esmero durante los últimos años. Serrat, Madredeus y Albinoni, cada tema en su momento. Diez ramos de rosas. Todas blancas, como había repetido hasta el empacho. Los invitados, de etiqueta, dibujando un semicírculo. Parlamentos en el orden prescrito: primero su amiga del alma, después el marido y al final unas palabras de sus adoradas niñas. Cada intervención iba acompañada de ojos enrojecidos y voz vacilante, como suele suceder tras un ataque de risa incontrolado. Al recordar sus paellas con el arroz pasado, o mencionar la exasperante obsesión por que nada escapara de su control en el guion de su funeral, los asistentes estallaban en carcajadas.

No podíamos más, mamá ─dijo la hija adolescente─ y hemos decidido que tenías que disfrutar de tu obra maestra en el más acá.  

La homenajeada, que acudió engañada a la reunión, observaba atónita la puesta en escena de su gran proyecto vital. Tan encantada quedó que ─tras ajustar un par de detalles de la escenografía y cambiar un plato del cáterin─ suspiró aliviada, y resuelta a no volver a morirse en una buena temporada.

 

Con este microrrelato he resultado ganadora de la convocatoria de marzo en categoría castellano en La Microbiblioteca. Aquí en el blog de la Microbiblioteca. Afirmaré  que estoy exultante de alegría ( porque no se puede decir más cursi y emotivo, pero real). Gracias a quien sea que le haya gustado y lo haya votado

martes, 18 de abril de 2023

Un caso difícil

                                                                             Fotografía propia


Los síntomas se agravaron con el tiempo. La última temporada antes del ingreso deliraba y decía que alguien manipulaba los genes de los mosquitos para que le picaran sólo a él. En un momento de lucidez supo que necesitaba ayuda. Eligió el psiquiátrico más prestigioso del país, los mejores especialistas en paranoia garantizaban su curación en un año.

Para poder costearse una terapia tan larga tuvo que acudir a varios prestamistas. Consiguió el dinero. Ingresó.

Nueve meses después, y contra todo pronóstico, está curado. Todo el personal aplaude cuando el director le entrega el parte de alta. Ahora sabe que su vecino no le espía, menuda tontería pensar que sus colegas le robaban información, despedirá al detective que seguía a su novia y descarta que aquel camarero tan feo quisiera envenenarle. Con los brazos impregnados en repelente para insectos se despide de las enfermeras, que ya no le miran raro.

Sale del hospital radiante como un actor de película de sobremesa, pero en cuanto pisa la calle arranca a correr. Cada vez están más cerca. Nota su resuello ahí atrás, un fragor de tsunami que se aproxima. Huye por la esquina de las basuras. A mitad del pasadizo, un calambre repta por su espinazo, baja a trompicones por las vértebras y se ancla en una toma a tierra que lo frena sin remedio. A sus espaldas las paredes hediondas del callejón amplifican un rugido.

Son las hordas de sus acreedores, que vienen a por él.