Estuve tanto tiempo al otro lado que ahora soy incapaz de disfrutar
del momento. Todo me recuerda a cuando era yo quien actuaba en estos lugares de
postín. El predecible guion: uno propicia un diálogo trivial, otra sonríe
mientras acaricia una botella, alguien quiere aclarar algo con voz cantarina.
Entran y salen sin descanso. Vocalizan. Se contonean. Y vuelta a empezar.
Reconozco que son grandes profesionales en el arte de embelesar y
obtener nuestra atención. Pero yo sé lo que ocurre entre bambalinas. Cómo se
les desmorona la sonrisa y chasquean la boca al salir de escena, cómo intercambian
gestos en cuanto dan la espalda a la audiencia, y sobre todo con qué cinismo critican
nuestro aspecto nada más terminar el espectáculo.
Porque, realmente es un auténtico espectáculo para los sentidos el
menú de catorce platos que ofrece este restaurante de cuatro estrellas. Y aunque
les comprendo ─fueron muchos años currando de camarera─ no puedo soportar que nos
vean como otra pareja de pringaos capaces de
pagar semejante pastizal por un menú degustación. Y menos aún que, por culpa de
sus constantes interrupciones, no tengamos ni un minuto de intimidad para
disfrutarlo.
Microrrelato presentado a Esta noche me cuento en la actual convocatoria inspirándonos en la sentencia Acta est fabula ( "Se acabó la función") de Plauto. Aquí en la web de Esta Noche Te Cuento