La hidra de tres cabezas
-Folks, please, put your feet away
from the back of my seat!
La joven
china le dice algo a su madre con suavidad, y a continuación la madre retira
los pies del respaldo del asiento que tiene delante.
Colin se
atusa el cuello de la camisa y continúa, con voz modulada y didáctica, su
explicación sobre el paisaje de las Highlands, mientras conduce el minibús que
nos lleva, en un tour de tres días, hacia la isla de Skye.
Las tres nos
miramos de reojo. Nuria desvía la cabeza hacia la ventanilla, tratando de
contener la risa.
Según
nuestro primer diagnóstico, realizado en la primera parada destinada a utilizar
las toilette facilities, el autocar está ocupado por varios “individuos
colectivos”, que hemos definido como: “grupos de personas que actúan como una
sola y que funcionan con un código completamente distinto al de los demás”. Hay
“individuos” chinos, húngaros, sudafricanos, portugueses y españoles. Un
verdadero laboratorio antropológico ante el cual nos relamemos los bigotes.
El primer
personaje colectivo somos nosotras mismas, una
bulliciosa hidra de tres cabezas que reproduce a la perfección el tópico
de que las españolas son sociables y salerosas. De vacaciones de nosotras
mismas y dispuestas a divertirnos caiga
quien caiga, saludamos a todos y hablamos por los codos, aun a costa de que
algunas palabras no existan en los diccionarios ingleses. Las tres azafatas de la farándula, como nos hemos autodenominado para permitirnos así ser atrevidas sin remordimientos con las etiquetas que colguemos a los demás
Nuria está
sentada en el asiento individual de la primera fila. Al mismo nivel, en el
asiento doble, está la madre y la hija chinas (como en las cartas de las familias-decimos,
en uno de nuestros primeros intentos de clasificación del caos racial que reina
en el microbús-pero sin trajes tradicionales). La madre lleva una coleta y
parece más joven de lo que debe ser en realidad, solo si se observa muy de
cerca su cutis sin brillo se la puede situar en la cuarentena tardía. Su
atuendo es algo extraño: usa unos
pantalones de chándal impermeables, lleva los pies enfundados en unos
calcetines blancos y encima unas
sandalias-zuecos con bastante tacón, que más adelante le resultarán bastante
incómodas para caminar por los caminos empinados de la isla. La hija china
lleva el pelo corto, escalado y teñido con mechas anaranjadas, y su ropa es
oscura y moderna. Entiende y asume el comportamiento occidental porque, como acabaremos
averiguando, ha pasado los últimos cuatro años estudiando en Inglaterra. Pero
sus padres acaban de llegar de China para asistir a la fiesta de graduación de
su hija, y después regresar juntos a su país. Por tanto no comprenden ni una
palabra de inglés, y lo que es peor, desconocen los más básicos rudimentos de
nuestras normas de convivencia.
Esto-
juntamente con el profundo respeto que los hijos tienen hacia sus mayores
en esa cultura, lo cual no permite que
en ningún caso se les pueda enmendar la plana- ha creado ya algunos problemas
relacionados con escandalosos bostezos, arreglo de uñas de manos y pies, y una amplia variedad de indisimulados
gases procedentes de distintos procesos
digestivos.
Mientras sus
padres realizan sus rituales la hija calla y mira el paisaje. Nosotras tres nos
miramos pasmadas y también dirigimos la vista hacia el socorrido paisaje, un
magnífico valle glaciar. Pero esta última vez, tras la queja que el guía
intercala en su discurso, sí se atreve a decirle algo a su madre, que inmediatamente retira los pies del
respaldo del asiento del conductor-guía.
El
conductor-guía, Colin, es un auténtico hombre orquesta. Uno de esos raros especímenes masculinos capaces de hacer
varias cosas a la vez, todas con
precisión y eficacia. Mientras conduce saluda con una cadencia de viejo colega
a todos los autocares y camiones con los que se cruza. Al mismo tiempo explica
con pasión-como si diera un speech en un congreso del partido nacionalista
escocés- todo lo que debemos saber para comprender la historia de Escocia, su naturaleza, sus
gentes, sus luchas contra los ingleses y sus reyes. Cada tramo de su discurso
precedido de la música más apropiada y con un ritmo totalmente calculado
para poder terminar la explicación justo
antes de la parada en la que nos mostrará lo que nos acaba de explicar. Ni más
ni menos que el conductor estándar, llamémosle Manolo, al que estamos
acostumbrados en nuestro país.
Tremendo
hombretón, recio y de rostro fiero-se diría descendiente directo de Flora
MacDonald, y se le podría visualizar
fácilmente luchando contra el clan de los MacLeods -, le habla a su micrófono
inalámbrico con la audacia de un gran orador, pero si le diriges la palabra se
convierte en un niño asustadizo y tímido, incapaz de mirarte a los ojos. Dos
hombres en uno: el ardiente guerrero y el gigante sensible. Una bestia noble
que nos enternece del mismo modo que lo hacen nuestros alumnos adolescentes. Eso sí, se pone muy
nervioso si no se obedecen sus normas a rajatabla. Entonces una furia milenaria
le brota por entre sus dientes mal alineados, y todos temblamos como hacía la
Bella ante los arrebatos de la Bestia.
Enseguida,
en la primera parada que hacemos para comer algo - un área de servicio repleta
de güisquis y mantas escocesas- sacamos nuestras propias conclusiones
psicológicas y hablamos de complejos, de que debía de ser el gordito de la
clase, de que las chicas se le burlaban y por eso ahora es tan arisco con las
mujeres, especialmente con las profesoras catalanas.
Autocar disciplinado y antropológico |
A la hora
prevista todo el mundo se dirige al autocar.
-Voy a tomar
posiciones-dice María José.
En la
segunda fila del autocar nos sentamos María José, el padre chino y yo. Yo en el
asiento individual, María José luchando por que no le invada su espacio un
señor con el que no se puede comunicar de ninguna manera y al que le gusta
sentarse con amplitud y comodidad antes de quedarse dormido tras unos
elocuentes bostezos y estiramientos.
Van entrando
todos, y cuando el que hemos llamado a
priori “el francés”-según lo que dijo cuando el guía preguntó de dónde
veníamos- entra en el autobús, Nuria dice:
-Ya entra el penúltimo- refiriéndose
a que, otra vez el grupito de los tres adolescentes madrileños entrará en
último lugar, huraños y pasotas hasta la vergüenza ajena. Cuando el francés-que
luego resultará ser portugués y políglota-pasa a nuestro lado, nos dice
-Estas tías españolas siempre charlando!
-Estas tías españolas siempre charlando!
Nos deslizamos ligeramente hacia abajo en
nuestros asientos y dejamos que nuestras miradas queden suspendidas en el
sorprendente panorama que nos envuelve. Habrá que ser un poco más cautas en
nuestros comentarios.
El minibús
recorre millas y millas a lo largo de una sucesión de paisajes naturales:
prados inmensos y montañas modeladas por antiguos glaciares, rocas volcánicas y
turba, cascadas y parques naturales con bosques del pino autóctono, una especie
extraña y altiva rodeada de plantaciones intrusas. Historia de los clanes
escoceses y música celta, lagos grandes como mares (uno de los menos
espectaculares es el famoso lago Ness), y profundos como su pronunciación en
gaélico: Loch, cuyo final se convierte en una j prolongada y gutural en boca de
Colin.
Casi siete
horas de autocar-como si fuéramos desde Barcelona hasta Sevilla, decimos- con
paradas en lugares estratégicos para tomar algo, ir al lavabo o contemplar las
vistas. En los lugares más insospechados aparecen gaiteros ensordecedores
dispuestos a posar para que tus parientes vean en la foto lo que es una
kilt.
Por fin,
tras dejar atrás el espectacular castillo de Eilean Donan (con la promesa de
que en el viaje de vuelta pararemos y con el requerimiento de que le digamos al
final del día cuantos de nosotros querremos entrar, para reservar unas entradas
más baratas) llegamos a la isla de Skye.
Esta es la primera parte de la crónica de un viaje que realicé hace unos años a Escocia , con una beca de la Generalitat para mejorar el inglés, durante tres semanas.
Esta es la primera parte de la crónica de un viaje que realicé hace unos años a Escocia , con una beca de la Generalitat para mejorar el inglés, durante tres semanas.
La cosa promete, Paz. Esperamos la siguiente entrega. Besos
ResponderEliminarGracias por leerlo Araceli, mañana o pasado colgaré la segunda de las cuatro entregas de este viaje legendario y delirante por Escocia.Un abrazo
ResponderEliminarQue fotos más bonitas¡¡¡¡¡ Envidio poder ir allí algún día.
ResponderEliminarLas hice yo solita Fco Manuel , pero no tiene ningún mérito que hayan quedado bien porque el paisaje era espectacular. Gracias por pasarte y un abrazo
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