Publicaciones

jueves, 2 de noviembre de 2023

Me tengo que ir

 


─Hola, mi amor- exclama Olga entrando en la habitación.

─Haga el favor de callarse, yo no sé quién es usted.

─Mamá, soy yo, tu hija.

─Ni hablar. Yo tengo una hija, pero es mucho más joven y guapa que usted.

─ Y ¿quién es tu hija?

─Yo tenía una hija que murió. Y luego está mi hija Olga, Olguita. Y también tengo nietos. Pero, déjeme ya en paz, no puedo perder más tiempo con usted. Tengo muchas cosas que hacer.

─Y ¿qué hace tu hija Olga? ¿dónde dices que está?

─Ella trabaja en una oficina. Mire, ahora le vamos a llamar para que venga a buscarme porque yo ya estoy lista para irme. Ya he terminado todo aquí y ya me puedo ir.

─No te preocupes, ahora la aviso para que venga.

─Gracias. Por cierto, dígale que me traiga mi cartera y un suetercito.

─ ¿Y para que los quieres? Aquí no los necesitas.

─ Pero que impertinente es usted, alguien se lo tenía que decir. Los necesito porque mi marido me va a venir a buscar en cualquier momento. Se llama Bebo y él es muy impaciente. Él llega, toca el claxon y nos tenemos que ir rapidito. Él es muy impaciente. Y yo no quiero que se disguste, así que haga el favor de ordenar que me lo traiga todo para tenerlo listo y cuando él llegue poder salir de este sitio tan horrible.

─ Mamá, papá murió hace veinte años. Pero, dime, ¿Tan horrible te parece este centro?

─Horrible es poco. El otro día, cuando me llevaron al comedor en esta espantosa silla de ruedas le canté las cuarenta a la directora: ¿Qué clase de servicio hay aquí que las mesas no tienen manteles de tela? ¡Manteles de hule! ¿Pero qué es esto? ¿Y dónde están mis servilletas? ¿Qué manera de servir la mesa es esta?

─ Aquí estás bien. Tienes tu habitación con terraza. Muchos de los trabajadores son hispanos. La comida no es la basura que toman los gringos. Te dan café con leche, que a ti te gusta mucho, y yo te traigo esas laticas de caldo con mucha proteína. Te lavan y te ponen talco todos los días. No te puedes quejar.   

─Pues claro que me quejo. Aunque a ratos me divierto. Ayer, cuando esa chica tan boba acabó de fregar el suelo, empujé el jarrón de vidrio y le dije: aquí se le ha quedado algo por limpiar.

─ ¡Mamá, por Dios! ¡Cómo puedes hacer esas cosas!  

─ ¡Basta ya de mamá y mamá! Usted no es mi mamá. Mi mamá me va a venir a buscar esta noche y nos vamos a ir al malecón a recoger caracolas y algas. Así que déjeme en paz y váyase antes de que llegue mi mami.

 

4 comentarios:

  1. Qué pena ese extraño volver hacia atrás que es el envejecer, ¿verdad?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es extraño, sí. Sobre todo para nuestro sentido lineal de las cosas. Se parece más a un círculo que a una línea y eso nos desconcierta mucho. Y nos entristece. No podemos remediarlo.

      Eliminar
  2. Mi madre está en ese proceso de pérdida de memoria, pero, por fortuna, aún me reconoce. Hay que hablar de estas cosas porque forman parte de la vida.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, aparte de la importancia de hablarlo desde el punto de vista social para desmontar tabúes, tiene algo de catártico poner palabras a algo que nos duele tanto como el deterioro de los que queremos. Yo tomé muchas notas mientras acompañaba a mi madre en su enfermedad ( no es lo que narro en este diálogo), y luego intenté darles forma y escribir para ordenarme el dolor un poco.

      Eliminar