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lunes, 26 de julio de 2021

Polo sur

 

                                                              

                                                                            Dedicado a Jorge Diogene Fadini, y a los suyos

   

     Nona no recuerda haber pedido otro café, pero se acuerda del nombre de su padre y del italiano que hablaba de niña. Quizás envejecer se parezca a hacer el pino: todo se ve del revés. El árbol genealógico da un vuelco, y cuando Nona ve llegar a su hijo con aspecto de señor maduro le saluda con un efusivo ¡Hola papá!

No debe extrañarnos, pues, que un momento antes nos haya enseñado una fotografía en sepia de ese mismo hijo de pequeño. Asegura que es su nieto. Insiste. ¿Cómo va a tener ella, tan mayor, un hijo tan pequeño?

–¿Hijos? Los hijos no sirven para nada, lo único que vale la pena son los nietos –añade.

Aunque no queramos admitirlo, seguro que todas las abuelas –desinhibidas ante una buena taza de chocolate– lo confiesan cuando se juntan a merendar.

Mientras, alguien propone la adopción de nietos para abuelas que no hayan tenido la suerte de serlo.

Nona no recuerda qué desayunó, pero se acuerda de aquel patio de su infancia que olía a leña y a pipí. Simplemente alguien ha dado la vuelta al reloj de arena y hay pequeñas turbulencias en las partículas de tiempo. No lo entendemos porque ya no somos ágiles como niños. Ya no sabemos hacer el pino y ver el mundo al revés, con el sol abajo y el suelo arriba. Como en el Polo Sur.




Este texto, junto con el que está  dos entradas más abajo, fue publicado en la sección de microrrelatos de Infolibre, Liebre por gatoa principios de julio.  

1 comentario:

  1. la vida nos acaba llevando a un callejón sin salida, la única forma es dar la vuelta. Volver a vivir a través de los recuerdos intentando escapar.

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