Nos tiene acorraladas
contra un muro que supura un agua corrosiva. Somos varias mujeres. Estamos
desnudas, aterradas. Parece muy indignada. Como si contuviera una furia áspera,
arenosa. Como si tensara un cable. Pétrea como una estatua de mármol, imponente
como una guardiana de campo de concentración. Ahora se dirige a mí y me riñe
con esa actitud que tanto admiro en los actores: controlando la situación sin
necesidad de alzar la voz, solo torciendo ligeramente la boca y entornando los
ojos.
No sé cuál era el motivo de su enfado, pero la humillación a la que me ha sometido la estricta gobernanta del último de mis sueños hace que experimente un enorme alivio al despertar. A pesar de que lo primero que ven mis ojos es la gotera que la vecina de arriba se niega a reparar. A pesar de que hoy me estreno como presidenta de la comunidad de vecinos. A pesar de que en la lista de asuntos a tratar en la reunión destacan unos cuantos puntos ─enormes y antiguos─ a colocar encima de sus correspondientes íes. A pesar de que soy incapaz de entornar los ojos como hacen los actores cuando dan miedo.
A veces la vida real da menos miedo que algunas pesadillas. En la vida real lo normal es morir de un bostezo, en los sueños puedes morir mil veces de mil maneras diferentes...
ResponderEliminarLo peor sería tener un sueño en que fueses presidente de la comunidad, lo peor de los dos mundos.
Jajaja, me dan escalofríos solo de pensar en ese sueño innombrable que mencionas.
EliminarNo sé cuál de las dos pesadillas es peor: si la soñada o la real...
ResponderEliminarDefinitivamente la real! Lo de tener que imponerse a otros y señalar sus miserias es un trago bastante desagradable, al menos para mí. Gracias por pasarte!
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