Dibujo de Sara Lew, a partir de una foto de Lía |
Y yo que pretendía que la naturaleza fuera mi aliada, ese bosque
un edén, esta casa un refugio, ese aislarse un alivio. Fue encontrar, un día,
la bolsa de basura repleta de gusanos contorsionistas y notar que se abría una
pequeña grieta bajo mi pie derecho. Que una manada entera de jabalíes quisiera
atravesar la valla hubiera tenido que ser suficiente advertencia (¡esos
gruñidos!). El sapo color fango que merodeaba por las noches en el jardín no
podía augurar nada bueno. Pero no fui capaz de leer las señales. Y salí a
pasear con mis dos perras elegantes e inocentes. Olvidando por un momento los
avisos sobre la identidad de la fiera capaz de mayor devastación. La más
venenosa. La más absurda. No sabes cuantísimo lo siento, Lía, por no haber
sabido protegerte del animal más peligroso.
da mucha tristeza
ResponderEliminarMucha, Elena. Gracias por tu empatía. Abrazo!
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