Le cuenta a su nieta que ella y sus amigas espiaban a John desde los campos de fresas situados tras la casa de la estricta tía Mimi. Algunas eran más de Paul, pero ella supo desde el principio quién de ellos sería inmortal. Le habla de la conducta inexplicable en las adolescentes de Liverpool. Aquella música diáfana conseguía que se olvidaran del hollín y de las ratas del puerto, de sus vidas insulsas y sus habitaciones modestas. Deambulaban sonrientes, como hipnotizadas por un flautista que se ha confundido de cuento, de siglo y de país. Una riada de grititos y minifaldas atravesaba los suburbios. Listas para entrar en trance, para matar por un autógrafo o por un mechón de esas melenas. Por el camino se unían otras chicas parecidas a ella, en apariencia.
Pero, le puntualiza, lo de esas futuras amas de casa resignadas nunca fue auténtica pasión. Cuando la maldita japonesa cedió la vivienda al National Trust, fue ella la elegida como guía del museo. Cada día explica todo tal y como lo veía desde el exterior de los visillos. Siempre se queda un rato más. Después, bordeando los campos de fresas, camina hacia su casa pareada en Penny Lane.
Mi propuesta para la convocatoria del concurso Esta noche te cuento inspirada en el tema de la música, aquí.
a veces necesitas un par de tiros para ser inmortal, qué cosas más raras, ¿verdad?
ResponderEliminarme ha gustado mucho la historia
Qué paradoja, sí. Se dice que uno de los requisitos para convertirse en una leyenda, para ser inmortal, pasa por morir joven y dejar un bonito cadáver. Fui a la casa de John y a la de Paul y una de las ladies que hacía de guía había sido fan del "inmortal" en su época "mortal" y nos confesó que había merodeado con frecuencia por la casa de la tía Mimi para a ver si podía acercarse a él. Me pareció algo muy tierno. Gracias por pasarte!
EliminarEl truco, sospecho, es morirte en el momento justo y, a ser posible de forma inesperada. Nadie quiere un vejestorio repitiendo mentiras sobre sus días de gloria :)
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