Apollinari Mikhailovich Vasnetsov |
Primero
construyó el castillo. Consiguió que las estancias alrededor del foso fueran
tan frías y húmedas como los oscuros calabozos de los cuentos con dragón.
Después
se acercó a la orilla e imaginó una tormenta de olas rizadas y nerviosas que
anegaban la fortaleza, mientras sus pasos de gigante hacían temblar toda la
playa.
¡Cómo le
fastidió aquella inoportuna interrupción justo cuando se disponía a dispersar a
manotazos a unos cachalotes que jugueteaban con destellos de charol alrededor
de sus pies!
Regresó
al castillo. Recogió las herramientas. Sacudió su toalla verde turquesa. Miro a
su alrededor y, en lugar de doblarla y meterla en la bolsa, la desplegó un
momento sobre la arena. Entonces se subió a ella con todo su séquito: las
personas a la derecha, los espíritus a la izquierda.
El futuro
escritor de microrrelatos pensó que le sobraba tiempo para volar hasta Damasco
y regresar antes de que su madre consiguiera desatascar el mecanismo de cierre
de la sombrilla.
Le
sobraba tiempo, sí. Y también le sobraba imaginación y pericia. Habilidades que
necesitaría cuando, de mayor, lo escribiera tratando a toda costa de que no le
sobrase ni una sola palabra de las requeridas por el concurso.
Quizás buscaban algo menos ambiguo, ya sabes, más centrado... es lo malo de los concursos, que nunca queda claro lo que buscan ;) a mi me ha gustado, si sirve de algo...
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. Una hace lo que puede, y luego encaja o no. Por cierto, cada vez que me comentas en mi recóndito blog, me pregunto si nos conocemos personalmente. Un saludo agradecido
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