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miércoles, 11 de octubre de 2023

Reseña de Las dos Adelaidas, de Elena Casero

 


Una hija acompaña y cuida a la madre en su tramo final. Durante este trasiego de cuidados en la dirección opuesta a lo natural se pone en marcha una maquinaria hidráulica inesperada: la vida comienza a transitar a través de unos vasos comunicantes que al tiempo que vacían el reservorio de memoria de la madre llenan el de la hija. Menudo temazo.

Tras la enfermedad y la muerte de mi madre, busqué textos que se adentrasen en este tema para intentar arrojar un poco de luz a la devastación que sentía. Quería que otras mujeres me hablaran de lo que ocurre cuando la hija se convierte en madre de su propia madre. Siendo una vivencia tan importante y tan común, pensé, apenas se menciona, no hay estudios. ¿Qué pasa cuando la madre, esa referencia que es a la vez un espejo, un tótem y en muchas ocasiones una fuente de conflictos para la hija, necesita ser cuidada en su decadencia, ser acompañada en su tramo final? ¿Dónde están el manual de instrucciones? Sospecho (por mi experiencia y por mis lecturas) que la relación hija-madre es de una naturaleza aparte, que las pasiones que la pueden atravesar en ambos sentidos (lealtad, amor-odio, competencia, amor desinteresado, abandono, culpa, sacrificio, libertad versus control…) tienen tal contundencia que traspasan la piel, las vísceras y la personalidad. Ese apego feroz, como decía Vivian Gornick, tan diáfano como ambivalente. En ese momento vital cambian las ternas y se produce un movimiento sísmico en la familia que remueve relaciones fraternales, roles, secretos y recuerdos. También replantea la identidad de cada uno de sus miembros, a quienes les sobrevienen preguntas antes insospechadas: quién soy yo, quién es ella y quien fue ella antes de mí, qué significa cuidar, cómo sobrellevar ese dolor. Y para rizar el rizo, la percepción de la hija de que en unos años será ella la que esté en la situación de indefensión en la que ahora se encuentra su madre.

Todo esto nos lo ofrece Elena Casero en su libro Las dos Adelaidas. Y aunque el embrollo psicológico asociado a este asunto es muy complejo, ella consigue convertirlo en algo fluido, entrañable y verosímil. Y lo más difícil: con unos estupendos destellos de su sentido del humor. A través de fotografías y diarios, Elena nos lleva de la mano a contemplar el interior de tres mujeres que hablan de otras mujeres en una continuidad de muñecas rusas. Consigue una convincente simbiosis entre el paisaje exterior de la casa y el barrio (“Un sábado dócil, sin ruidos, un sábado de ropa blanca en los tendederos, de nubes chicas que salpicaban del cielo”), y el paisaje interior de la protagonista. Con las dosis exactas y terapéuticas de ternura, naturalidad y franqueza, pero sin esquivar las sombras (“Nuestra tristeza pesaba tres o cuatro toneladas”, “la escalera era un hueco de silencio, un animal en lento proceso de descomposición”). Especialmente meritorio es el tratamiento sobre la relación entre las dos hermanas (otro temazo sobre el que apenas he encontrado literatura, a destacar el delicioso cuento de Claire Keagan titulado precisamente Hermanas).

Mientras acompañamos a la protagonista en ese tiempo detenido a la fuerza por los cuidados, los secretos y el descubrimiento de toda una historia familiar, conseguimos adivinar el puzle completo. Somos testigos privilegiados del andamiaje de las relaciones, de los recelos, de las oportunidades perdidas y también de los afectos auténticos. Todo enmarcado en una época color plomo, un tiempo de corsés reales e imaginarios para las mujeres.

El acompañamiento a una madre tiene algo de despojamiento, de desnudarse a una misma y a la estructura familiar que con tanto esfuerzo se ha apuntalado. Me da la sensación de que la autora, en este libro, se desnuda ante nosotros y nos muestra de paso nuestra propia desnudez. ¡Gracias, Elena, por este libro tan delicioso!

PD: algunos de los libros que leí tras la muerte de mi madre: La hija de la amante ( A.M Homes), Con mi madre ( Soledad Puértolas), Acerca de mi madre ( Mary Gordon), Apegos feroces ( Vivian Gornick) y Madre mía ( Florencia del Campo) Muy recomendables los tres últimos.

A falta de hacerme con los libros Madres e hijos, de Kallifatides, y Paseos con mi madre de Javier Pérez Andujar, lo que me ha ocurrido con algunos libros de otros escritores varones acerca de sus madres es que me parece que testimonian su adoración por una madre casi angelical, un personaje tan idealizado, tan descarnado, que no convence. O que no me han convencido a mí. Tengo la impresión de que estos dos me pueden hacer cambiar de opinión.

 


2 comentarios:

  1. Es extraño, nunca he pensado en los libros de esa forma, como una especie de terapia, como la respuesta para algo concreto. Para mi los libros hablaban de todo un poco y me enseñaban una parte del mundo que no conocía. Pero tiene sentido, claro, a veces en la vida lo mejor que podemos hacer es consultar un libro.

    Sobre los escritores varones, te entiendo. No hay nada más diferente en ciertos temas que la mirada de un hombre o una mujer. En algunos aspectos prefiero unas y en otros pues, eso :)

    Un abrazo

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    1. Te voy a contestar con dos fragmentos que tengo apuntados en mis libretitas, de dos autores diferentes. El primero es de Gustavo Martín Garzo: "Los libros nos permiten asomarnos a otras vidas y mirar por otros ojos. Mirar por los ojos de los demás sin dejar de ser nosotros mismos. Este es el verdadero milagro. No leemos tratando de ser mejores o de afirmar nuestra individualidad, sino para ser más o ser de otra forma"
      Y el segundo de John Berger “Yo creo que uno mira las pinturas con la esperanza de descubrir un secreto , pero no un secreto sobre el arte , sino sobre la vida “
      Yo estaría de acuerdo con los dos. La cita de Berger se refiere al arte plástico, pero yo la aplicaría también a la literatura. Los libros que siento que me nutren cumplen ambos requisitos: asomarnos a otras vidas, y aprender a vivir nuestra propia vida con más intensidad y con más referencias. No sé si me he explicado, pero me ha servido para reflexionar sobre lo que planteas. Gracias

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