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jueves, 17 de agosto de 2023

Maggie medio-ahorcada, casi una historia de fantasmas

 


Dicen que J.K. Rowling no se inventó los nombres de todos sus personajes de la saga de Harry Potter, sino que se limitó a copiar y combinar algunos (Thomas Riddle, William McGonagall, Elizabeth Moodie) de entre los que veía inscritos en las lápidas de Greyfriars, el cementerio situado en el centro de Edimburgo. En el recorrido hasta su casa desde The elephant house, la cafetería donde escribía largas horas por el precio de un té, es muy posible que pasara cerca del pub Maggie Dickinson’s.  Seguramente habría escuchado la historia de Maggie medio-ahorcada, junto a otros muchos de esos cuentos lúgubres que constituyen la dieta básica en la educación sentimental de los niños escoceses. Y tengo para mí que puede haberle servido de inspiración para uno de sus fantasmas más logrados: el bueno de Nick Casi Decapitado.

 El sugerente universo de lo casi-vivo, medio-muerto, que a veces se presenta de forma diáfana en los sueños, tiene su impecable historia basada en hechos reales en la vida de Maggie Dickson. 

Maggie era una chica a quien la suerte la fue esquivando con mucha aplicación a lo largo de toda su primera vida. Fue abandonada por su marido. En 1723 eso te convertía en una apestada. Huyó de Edimburgo y al cabo de un tiempo se enamoró del hijo de la posadera que la empleó. Otra cosa que no estaba demasiado bien vista en esa época era el adulterio, así que cuando se quedó embarazada intentó ocultar su estado con fajas y corpiños bien apretados. La mala suerte seguía rondándola, y su hijo nació muerto en un parto prematuro ( o murió al poco tiempo, no se sabe).  Cuando intentó hacer desaparecer la prueba del delito echando el cadáver al río Tweed, fue sorprendida y denunciada.  No se la denunció por adulterio, ni por la sospecha de que lo hubiera matado ella, sino por ocultamiento del embarazo. Fue condenada a la horca.

Hasta aquí nada fuera de lo normal en ese contexto. El día 2 de septiembre de 1724 la gente se agolpaba bajo el cadalso en la plaza Grassmarket. Los muertos eran muy apreciados en aquel entonces por los estudiantes de medicina para sus prácticas de disección ─y los ahorcados eran una fuente legal de esa materia prima─, así que cada vez que había una ejecución pública se iniciaba una batalla campal entre los estudiantes y los familiares de la víctima por hacerse con el cadáver. Esta vez la familia y los amigos de Maggie consiguieron arrebatar su cuerpo de las manos de los futuros médicos para meterlo en un ataúd de madera, subirlo a un carro y empezar a recorrer las cinco millas que les separaban del cementerio de Musselburg, la ciudad natal de aquella chica con tan poca suerte.

A mitad de camino pararon en un pub a descansar y refrescarse con unas pintas. Dejaron el ataúd afuera, vigilado por uno de los amigos. Cuando éste vio que la tapa se movía y salía un débil gemido de su interior debió pensar que sufría alucinaciones. Pero avisó a los demás, abrieron la caja y vieron que Maggie estaba tan viva como ellos, incluso parecía más sonrosada y saludable que ellos en aquel momento. Por muchas conjeturas que hagamos nunca sabremos si Maggie conocía al verdugo y le convenció para que atara un lazo más flojo, si su poca envergadura ayudó a que no se rompiera el cuello, o si de repente La Suerte fue consciente de que se había pasado con aquella criatura y le quiso compensar tanto ensañamiento con un giro de guion que siglos después haría las delicias de cualquier guía turístico de Edimburgo.

El caso es que Maggie continuó el trayecto caminando por su propio pie. A partir de ese momento la suerte se puso de su lado y decidió malcriarla bastante. Gracias a eso consiguió esquivar una segunda ejecución ( la ley escocesa prohibía castigar a una persona dos veces por el mismo delito, sólo le habían condenado a la horca, no a la muerte en la horca…), tuvo hijos, una cervecería, y vivió cuarenta años más de una fecunda segunda vida, con la estupenda autoestima que debe proporcionar haber dado semejante esquinazo a la muerte. Nótese, por si se pudiese sacar alguna conclusión, que suerte rima con muerte.

Dice la leyenda que acudía a las ejecuciones en Grassmarket y animaba a los reos gritándoles: “No es para tanto”. Esto demostraría una sobredosis de autoestima rozando lo patológico, pero ya se sabe que malcriar a la gente puede crear monstruos.

En la misma plaza de Grassmarket, enfrente de donde medio ahorcaron a Maggie Dickson, está el pub que lleva su nombre. Maggie murió por segunda y definitiva vez alrededor de 1760, pero a todos los que sabemos de su historia nos parece que está muchísimo más viva que cualquier otro muerto de aquella época. Y quizás ese sea mérito suficiente para que alguien se gane su derecho a seguir transitando ese estadio intermedio entre la vida y la muerte característico de los fantasmas.

Por cierto, si observáis la foto nocturna del pub que hice en mi último viaje veréis que mientras su nombre luce nítido y poderoso, los turistas que pasan por delante aparecen indecisos y traslúcidos como espectros. 

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la historia, pero me he quedado un rato con la foto. Antes de leerte he pensado eso, que parecían fantasmas de tiempos pasados que hubiesen muerto cerca de ese lugar... Los muertos no siempre son muertos, así es :)

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    1. Muertos como vivos desenfocados, podría ser una buena definición de fantasma.

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