Mi madre comprendió la gravedad real del diagnóstico en el pasillo
del hospital, media hora antes de la visita con su oncóloga. Lo supo cuando al
intentar saludarla con una mano sonriente, ésta se puso a examinar con
inusitado interés su espantoso reloj.
Creo que no podría tener un trabajo de ese tipo, debe ser horrible ser siempre el mensajero de desgracias y, lo peor, supongo que acabas por endurecer la piel y convertirte en un ser sin empatía. Eso o terminar enloqueciendo.
ResponderEliminarGenial!
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