Publicaciones

lunes, 21 de noviembre de 2022

Informe

 


Una vez recogidas todas las sondas, regresamos con los datos para hacer una caracterización del tercer planeta de la enana amarilla tipo G actualmente en estudio.

En una primera aproximación podríamos decir que los organismos mejor adaptados, más abundantes y que mayor diversidad presentan, son unos heterótrofos pequeños y coriáceos que sobreviven en cualquier hábitat y que ─atravesados individualmente por una estaca─ están ampliamente representados en ciertos edificios lóbregos donde se guardan ejemplares inmóviles de todas las especies.

Poseen cuernos, mandíbulas, patas robustas y variadas protuberancias. Están cubiertos por escudos metálicos, iridiscentes o de un negro opaco. Su éxito no ha sido obstáculo ─y eso dice mucho en su favor─ para el desarrollo de las demás especies. Son ubicuos, discretos y muy resistentes.

Existe otro grupo de seres con características muy peculiares.   Unas criaturas que poseen cuatro extremidades y una cubierta de pelo. Estos organismos guardan a las crías adentro durante un largo periodo, extrayendo suero de su propia sangre para alimentarlos en las primeras fases de vida exterior. Es un producto tan reciente de la Evolución que aún no sabemos si tendrá continuidad. Nuestra hipótesis apunta a que se trata de un experimento arriesgado de la Selección Natural que a la larga resultará fallido frente a la superioridad de los verdaderos habitantes por derecho propio de este extraño planeta.

 
El diseño más delirante incluido en este grupo lo presentan unos especímenes que se autodenominan “humanos”. A diferencia del resto de los mamíferos ─así llaman los humanos a los de su condición─ poseen una implantación discontinua y absurda del pelo sobre sus límites, y pretenden sostener todo su peso sobre dos únicos pilares acabados en ínfimas superficies, lo cual les obliga a desplazarse de manera torpe y tambaleante. Tienen una gran facilidad para clasificarlo todo, así que no se les ha ocurrido nada mejor que llamar coleópteros (o escarabajos) a la especie dominante, según consta en la lectura de sus códigos binarios. La convivencia entre ambos grupos nunca fue muy fluida ─en general los humanos muestran una marcada hostilidad hacia el resto de las especies y una avidez por destruir todo lo que está a su alcance, hasta el punto de estar modificando la temperatura global de su propio mundo─, aunque parece que en algún momento los humanos (también llamados hombres) fueron sabios y adoraron a los escarabajos. Más adelante, uno de ellos, en un texto fundacional y profético,  tuvo la clarividencia de reconocer la superioridad del escarabajo transformándose en uno de ellos. 

Así como los coleópteros poseen una metamorfosis completa y contundente,  con exoesqueletos que les blindan contra el entorno hostil y corrosivo del planeta, los hombres permanecen siempre como larvas blandas, totalmente vulnerables a los agentes externos. Necesitan construirse coberturas artificiales, pues en ninguna fase vital poseen caparazón.  Se observa, pues, una interesante neotenia. De alguna manera conservan características juveniles toda su vida, siendo los casos más inquietantes los individuos que se hacen llamar, en su afán por etiquetarlo todo, artistas y científicos. Los especímenes pertenecientes a estas categorías continúan durante toda su biografía realizando una serie de actividades que en el resto solo es propia de las primeras fases del desarrollo: la capacidad de asombro, el juego y la investigación. 

Quizás  ─y esto es sólo una conjetura─ la rareza de estos comportamientos sea la única tabla de salvación que le queda a esta especie suicida en el Planeta Escarabajo.


Este relato participa en la convocatoria actual del concurso de historias de ciencia ficción de Zenda #Historiasdelfuturo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario