Cincuenta y tres huesos. Emergen obedientes a
los expertos toques del cincel. Una hembra joven, según se deduce de su pelvis.
El maxilar inferior muy robusto para un cráneo tan pequeño. Húmero largo, como
de simio.
Están
acostumbrados a celebrar el hallazgo de restos fósiles de hienas, babuinos o
jirafas. Incluso los rastros de agua de lluvia grabados en los estratos de
arenisca. Pero un hueso de homínido es algo improbable, excepcional. Los
paleontólogos del equipo de D. Johanson pueden describir a un individuo a
partir de un solo diente. Montar un puzle con tantas piezas es una bendición.
Mientras
excavan el yacimiento en el magnetofón suena una y otra vez Lucy in the Sky with Diamonds.
La
llamarán Lucy, claro. Un magnífico ejemplar de Austrolopithecus afarensis. La primera que se irguió sobre sus
pies. La tatarabuela etíope de toda la humanidad. Nunca imaginó ─no hubiera podido─ que sería tan famosa en un remoto futuro.
Tampoco los Beatles supieron que la L del “LSD” camuflada en el título de su
canción daría nombre a la entrañable antecesora de los homínidos que un día,
con zancada firme y cráneo hipertrofiado, cruzaron el umbral de África para invadir
y devastar el planeta.
Con este texto he participado en la actual convocatoria de Esta noche te cuento con tema antepasados y / o robots. Aquí
Tampoco sabemos lo que tomaba la pobre Lucy para soportar el peso del mundo sobre sus pequeños hombros y sus estrechas caderas :)
ResponderEliminarJajaja, pues seguramente alguna hierba que encontraría por la sabana y que le haría ver todo en tecnicolor subido, igual que los cuatro de Liverpool.
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