La condición humana, René Magritte |
Nunca creyó
que a sus setenta años pudiera volver a experimentar la perturbadora agitación de
un enamoramiento. Nerviosismo, palpitaciones, vértigo, trastornos del sueño…ya
no tenía edad, se decía. Pero no se culpaba. Simplemente ocurrió. Tan fortuito como perder las
gafas de cerca, intentar leer la indescifrable receta, y triplicar por error la
dosis del antiinflamatorio.
Este relato ha sido seleccionado por el IX concurso de microrrelatos de Diversidad literaria, para formar parte de la antología Pluma, tinta y papel. ¡Gracias!
Cada vez que nos negamos a creer en algo es como si en realidad estuviésemos poniendo la posibilidad de hacerlo en nuestros cerebros. Así funcionan las cabezas, no, no, no.. pero sí..
ResponderEliminarUn relato muy bonito, casi fotográfico en la narración
Gracias! La magia de la química...o la química de la magia, quién sabe.
Eliminarjajaja...dime la marca del AINE... pa no tomarmelo nunca!!! un beso confinado desde el supuesto paraiso
ResponderEliminarEn el paraíso, ya sabes, sólo tienes que tomar un mordisquito de la fruta prohibida, y ya tienes todos los síntomas! Beso de vuelta!
EliminarPero es más bonito pensar que se ha enamorado, jaja.
ResponderEliminarJaja, sí, tienes razón: es más bonito. Pero menos literario e ingenioso...
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