Remedios Varo |
La señora que ha
compartido sauna conmigo en la piscina municipal me ha enseñado las cicatrices
de sus once operaciones. La mía, de apendicitis, se ha encogido hasta casi
desaparecer ante el mapa de carreteras que recorría su cuerpo. Al final me ha
aclarado que es una enferma rara, de esas que los médicos no atinan cómo curar.
Hace poco se perdió el crucero que le regaló su prima por culpa de una de las
operaciones, le hacía tantísima ilusión…
Ahora, entre un
ingreso y el siguiente se viene a la piscina. Se lo recomendaron en el hospital. Y se encuentra
muchísimo mejor, ya no le pica tanto ese eczema que le dibujaba escamas en la
piel. Además ha conocido a otras, ya no
se siente sola. Sus compañeras de Aquagym
y ella, como viejas sirenas, subliman su
añoranza de salitre y tempestades en este tanque que apesta a cloro. Las
olas las fabrican ellas mismas con sus chapoteos científicamente guiados por
ese monitor tan buen mozo.
Y como ya no
pueden cantarles a los marinos incautos desde las ventanas, charlan entre ellas
y despotrican alborozadas de sus maridos, que las esperan en casa varados frente al televisor.
Con este microrrelato participo en la actual convocatoria de Esta noche te cuento, concretamente aquí
Fotografía de René Maltête, propuesta por Esta noche te cuento para esta convocatoria. |
Me ha gustado la lectura. Sonrío al leerte.
ResponderEliminarGracias, Andino. Me alegro de que sonrías con mis textos. Un saludo!
EliminarEs un texto hermoso el cual relata una triste realidad, pero aun así, es hermoso.
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