Ana,
he esperado al día de tu cumpleaños (11 de abril) para contestar a la
felicitación que te "atreviste" a publicar en el blog el día del mío ( 5 de
abril). Me da cierto pudor esto de expresar afectos en público pero no se puede
retar a un Aries impunemente ( y ambas lo sabemos, jaja ). No sé si tu viaje en caravana
por Australia te llevará a lugares con wifi, pero aquí estarán mis palabras
esperándote para cuando las puedas leer.
Como
hacemos en cada comida de cumpleaños -como
hubiéramos hecho si estuvieras hoy aquí- se trata de que todos hablemos del “ojo-meneado”
y traigamos nuestros recuerdos a ese espacio afectivo que sobrevuela la mesa
donde lo celebramos, ahora virtual. Luego, el “cumpleañero” tiene que hacer un
balance del último año (en mi último cumple me hicieron hacer balance de los
cuatro últimos años, ¡qué vértigo, cuantas cosas han pasado!)
Hoy hace ¡25 años! de esta
foto. Yo acababa de cumplir 29. La abuela Carmen te vio nacer, y pronunció
aquellas “famosas primeras palabras” (las primeras que oíste, seguramente): Esta niña es muy madura, que ya forman
parte de la mitología familiar, y de tu historia. No podías decepcionar a la abuela,
claro, y fuiste un bebé sano (excepto aquellas bonquitis asmáticas que tanto preocupaban al papi y que por suerte pronto
se solucionaron), una niña enérgica y alegre, o mejor dicho: una pequeña fuerza
de la naturaleza. Con un añito te llevamos a vivir a Tenerife, y tuviste el
detalle de vomitar encima de tu madre en el momento del aterrizaje, justo
después de que Carlos gritara: ¡¡Nos
vamos a estrellar!!
Tú no te acuerdas de esos años, pero yo sí. Al salir de
la guardería, cada día, con dos añitos, recogías tu mochila, la de tu hermano
mayor, las colgabas en la sillita, y salías empujándola mientras tu hermano
simplemente salía corriendo a darme un
abrazo y se olvidaba de todo lo demás. Luego te subías en la sillita roja, te
abrochabas y dejabas que te llevara hasta casa a través de aquel parque lleno de plantas tropicales y enormes
lagartos, cuando no la llevabas tú misma con Carlos encima.
En aquella época ya tenías ese
poderoso sex appeal que siempre has
tenido, y las mamás de los niños de tu clase acababan invitándote a comer a sus
casas ante la insistencia implacable de tus amiguitos.
“¿No es sierto que soy pressiossa?”, decías
con acento canario mientras jugabas en casa con tus muñecos, repitiendo lo que oías
que decían los adultos sobre ti. Cuántas veces hemos tenido que reprimir
nuestras ganas de “lucirte” y de dar
importancia a esa belleza tuya tan desmesurada, tan terrenal y a la vez tan
sobrenatural, para no “estropearte”. Por suerte esa belleza ha ido acompañada
de una inteligencia práctica, de una fuerza indomable y de un carácter
imposible de sobornar, que te ha protegido de los aduladores y de tu propia
vanidad. “Las rubias no somos tontas (pero sí muy simpáticas y muy buenas
personas)” podría ser tu lema.
De vuelta a “la península”
archivaste tu acento canario, y adquiriste sin más problemas el catalán de
Molins, que enseguida separaste del “tortosí” y del castellano que hablábamos
en casa. Y dos años después, cuando ya estabas adaptada a tu nuevo entorno, nos
mudamos a Alicante. El nuevo colegio, la
explosión de libertad y creatividad que significaba Tobago, Ada y Pilar. El
teatro, los cuentos, Víctor y Sara en su cochecito doble, las au
pairs, la música que escuchábamos
cuando te llevaba en coche a básquet, los gomets
que te hicieron sentir importante otra vez, los disfraces, las peleas con
Carlos, y el vínculo originario e irrompible con Sara.
Volvemos a Molins. La infancia
pasa en un soplo, me doy cuenta cuando te sorprendo besándote con un chico bajo
la lluvia en mi camino a la estación. Durante este tiempo de tránsito Ana es la
que se encarga de llevar a Víctor y a
Sara al colegio, la que compagina el patinaje, el aerobic y el baloncesto, la
que detesta que las au pairs le hablen
en inglés pero es capaz de aprender alemán durante un año o larguísimos poemas sobre piratas y princesas. La que juega a los
SIMS y no tiene empacho en emparedar o quitarles la escalerilla de la piscina a
algunos de los personajes que no le caen bien. La que se encierra en su habitación
y es peluquera, dependienta o profesora, dependiendo del día y del atrezzo que consiga. La que juega con la
abuela a que son amigas que se visitan y casualmente ese día le deja a sus muñecos para que
los cuide mientras se va de viaje.
La
que de repente es adolescente y tiene mucha más fuerza y determinación que la
que puedan reunir sus dos padres juntos más toda una tribu. La que a los 15 años
decide viajar sola a California.La que trabaja de camarera con dieciséis. La que no cede. La que tiene una manera de
querer a su padre cómplice y tranquila, incluso cuando estallan los conflictos llenos
de hormonas. La que sigue siendo responsable y no da problemas, porque se los
soluciona ella solita. La que tiene una fijación con los Estados Unidos y se
escapa cada vez que puede. La que no sabe si le gusta la fisioterapia, el
inglés o el teatro y decide que no está dispuesta a renunciar a nada. La que sale mucho, la que se cree poco inteligente
pero nos hace reír como nadie en cada cena. La que cohesiona la relación entre
los hermanos con esa mezcla tan suya de franqueza, desparpajo y sensatez. La que
se sabe vulnerable tras un diagnóstico pero en ningún momento se autocompadece.
La
que termina la carrera y se va a hacer un curso de teatro a Nueva York. La que
no se le caen los anillos por ponerse a trabajar vendiendo agua de coco o
cubriendo las vacaciones de todos los fisioterapeutas de una clínica. La que
decide irse un año a Australia y se va a pesar de todas las circunstancias que
le sugieren que lo deje estar. La que se va sola, y a las dos semanas ya tiene
piso y trabajo. Y amigos, Ana siempre está rodeada de amigos.
Ana, ayer a Sara
se le caían las lagrimillas al constatar que definitivamente ya ha pasado la
época en la que convivíamos todos en casa y cada cena era una fiesta. Yo le
dije que a partir de ahora vamos a tener que acostumbrarnos a trasladar esos
encuentros a dónde se tercie ( Menorca, Madrid, Alemania, Australia… ya
veremos) porque nadie en esta familia está
dispuesto a prescindir tan fácilmente de la droga de tu simpatía y tu nobleza.
¡Que pases un felicísimo
día de tu cumpleaños!
Te
quiero, Ana.
¡Todos por aquí te deseamos lo mejor!
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