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lunes, 8 de febrero de 2016

Cómo ser fósil

Fotografía tomada en el Museo de Historia Natural de Münster

Se necesita paciencia y mucha suerte. El aspirante deberá elegir dónde morir. Jamás sobre granito. Mejor a merced de una colada de fango o un témpano de hielo. Los huesos, caparazones o excrementos candidatos a la posteridad deberán elegir bien el lugar. Se aconseja frecuentar el fondo del mar o un ambiente enrarecido.
Si aún se está vivo resulta crucial despistar al depredador. Es preferible morir de muerte natural y en la más absoluta intimidad sedimentaria. Solo de manera excepcional el difunto aspirará a la total conservación, como saben momias y mamuts. Se valorarán antecedentes en masivas extinciones. Lo importante es no ser blando. Y elegir entre la huella o el relleno.
Se admite cualquier forma, preferentemente alguna de esas estructuras poéticas que a veces usa la vida: torbellinos en la arena, conchas o cuernos de forma helicoidal, magníficas espirales que aúnan galaxias y ammonites, ramificaciones de coral. Absténganse los simétricos mamíferos.
 Cuesta ser de los auténticos. Nada hay más patético que un celacanto o un nautilus, esos impostores mal llamados fósiles vivientes. ¿O quizá sí? Ser, como yo, un altivo trilobites manoseado por un chaval en el laboratorio del instituto.   


4 comentarios:

  1. Hasta para ser fósil hay que tener suerte. Mejor un fósil manoseado por un chaval, que permanecer en el olvido de los tiempos, aunque ese trilobites tiene otra opinión.
    Buen relato, Paz.
    Un abrazo

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    1. El contraste entre algo tan viejo y algo tan nuevo me inspiró el relato. Cómo se podría imaginar un trilobites que acabaría en una caja de un instituto. No sé que será de mis alumnos en diez años, que es una magnitud que a ellos les puede parecer un Eon. Ellos, como el trilobites, tampoco pueden llegar a imaginarlo. Un abrazo de vuelta, Ángel.

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  2. Ser fósil y despertar a la vida millones de años después. ¡Qué calamidad! Tiempos geológicos. Tan distintos de los seres existenciales que somos -o intentamos- ser nosotros. ¿Qué fósil queda de la existencia? Me pregunto. Y vuelvo los ojos a los poemas centenarios o milenarios que son fósiles vivientes. La huella de un ser vivo plasmado en versos que son anteriores a la prosa. Odiseo y su viaje a Ítaca. Jorge Manrique. Safo de Lesbos. Parmenides. Heráclito el Oscuro. Ocupan el reverso del tiempo. Y son manoseados tal vez con suerte por las manos de un adolescente con acné. Que no se da cuenta de lo que tiene ante sus ojos. Una curiosidad. ¿Un trilobites? ¿Un soneto de Shakespeare? Tiempo y oscuridad. Tiempo geológico y tiempo existencial. Yo me dedico a lo segundo.

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    1. Yo de vez en cuando entro en una especie de éxtasis intentando meter en la cabeza magnitudes descomunales de tiempo( el tiempo geológico) , de espacio( las distancias astronómicas), de tamaño ( el tamaño de las estrellas)...me gusta el vértigo indoloro que producen estos viajes mentales. Pero paradójicamente en este texto todo procede de la experiencia. Lo escribí en el primer trimestre después de pasar a mis alumnos un power point que hice sobre fósiles y llevarles unos cuantos a la clase. Pero me faltaba algo: la foto. El texto estaba ahí , en los estratos sedimentarios de las carpetas de mi ordenador, en proceso de convertirse en un fósil. Me negaba a poner una foto de internet. Este fin de semana fui a Alemania a visitar a mi hijo, y el azar nos depositó delante del Museo de Historia natural de Münster. En el vestíbulo había un ammonites gigantesco, le hice la foto y me dije: "ya puedes publicar tu texto, Paz". Los dos tiempos confluyendo. Los fósiles (los grandes textos de la literatura, las catedrales, los objetos de personas que han muerto, los esqueletos petrificados de seres que ya no existen...) vendrían a ser unos fantasmas que han conseguido viajar en el tiempo, los únicos vestigios materiales que quedan de algo que ya no está, testigos mudos y ciegos de otra capa de tiempo, a veces geológico, otras simplemente histórico o afectivo. Y que si de algo sirven es para movilizar el tiempo experiencial de la imaginación.
      Me lo acabo de inventar y lo escribo como me sale, seguramente no aporta nada pero me ha hecho bien intentar darte la razón y a la vez refutarte, Joselu.

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