Publicaciones

miércoles, 27 de febrero de 2019

Intemperie


Mark Rothko

Decía:” Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”. Le daba un beso y salía a la calle. Cada mañana. Por la noche recogía los papelitos doblados que sus hijas dejaban bajo la imagen. Sin leerlos, los rompía en pedazos y los tiraba a la caldera de la calefacción. Preocupaciones, deseos y ansiedades desmenuzados crepitaban en un fuego azul y ocre. Depositando allí el peso de sus vidas, se sobreponían a los trances, apuros económicos, penas y malos sentimientos.
Mi abuela cimentó su vida y la de los suyos sobre una confianza indolente y serena en el corazón sangrante de un Jesús que les miraba con ternura desde el pedestal de terciopelo granate que presidía el recibidor.
Todos los nietos llegamos a tiempo para ser bendecidos con el liviano manto de protección que proporcionaba esa imagen. Después de eso ya nada podría hacernos daño.
La casa de la abuela ya no existe. Se desintegró en alguna esquina del pasado, y nos dejó solos con la formidable  misión de encontrar un nuevo manto que nos proteja de la intemperie a nosotros y a nuestros desamparados hijos.

4 comentarios:

  1. Emocionante relato que esconde su complejidad en un fluir sereno y que evoca un tiempo, otro tiempo, quizás años cincuenta o sesenta, por decir algo, antes de que las palabras de Nietzsche que proclamaban que Dios ha muerto llegaran a hacerse carne en nuestra vida. Hoy día las abuelas asisten impertérritas a las bodas de sus hijos gays, los hijos que viven amancebados sin casarse, la lejanía de sus nietos de todo lo sagrado. No sé cuándo murió Dios en realidad, pero, sin duda dejó un espacio que nada ha conseguido llenar. Si acaso el fútbol o los centros comerciales, nuevos templos de la comunidad. Y si estamos a la intemperie, esperamos que sea el estado quien nos proteja. El pobre sagrado corazón de Jesús llora abandonado en alguna esquina o tal vez ni eso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hace poco fui a una charla de psicología junguiana y escuché una frase parecida: que nada ha conseguido llenar el vacío de Dios. Unos días después fui a un taller sobre nanotecnología ( algún día detectarán que soy una impostora en todos los ámbitos variopintos sobre los que tengo curiosidad) y se me ocurrió que eso tan ubicuo y tan pequeño que no se comportaba siguiendo los dictados de la física tradicional podría ser la sustancia de la que estaba hecha la divinidad. Enfín, que a los que ya no tenemos asideros seguros a los que aferrarnos sólo nos queda seguir indagando con la convicción de que nunca conseguiremos armar totalmente el puzle, y con la tranquilidad de que poca cosa depende de nosotros.Pero intentando disfrutarlo mientras confiamos en un Dios en el que no creemos.

      Eliminar
  2. He llegado a esa conclusión quizás por otros caminos, al final parece que todos necesitamos algo en lo que creer. La religión o cualquier cosa que podamos vestir como una religión con un toque de ciencia a ser posible (que para eso somos modernos y tenemos internet)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo tengo formación científica, pero tengo claro que reducir nuestra manera de acceder al conocimiento a lo que proceda de la ciencia ( y descartar de entrada otras vías como pueden ser el arte o la revelación) puede ser algo tan castrante y dogmático como estar sometido a los preceptos de cualquier religión. Lo malo es no ser conscientes de a qué "religión" entregamos nuestra libertad. Gracias por pasarte y comentar.

      Eliminar