Cada
vez que viajo a una isla me entretengo observando las cosas que regurgita el mar.
Hace
un año, en el Puerto de la Cruz, me topé con Neptuno. Estaba triste y azul como
un gato.
Esta vez, en Mahón, he sido testigo del brinco absurdo que tío Gilito daba desde su yate hasta una terraza frente al puerto.
También he visto una sirena, un barco pirata y un atardecer rosado y dulce como el algodón de azúcar de la feria.
Irse
de una isla se parece demasiado a hacerse
mayor y dejar atrás -una vez más- la infancia.
mayor y dejar atrás -una vez más- la infancia.
Regreso a la península con la misma melancólica resignación, la piel quemada y el ánimo lleno de acné.
Wow
ResponderEliminarCómo estás, Paz.
Me encantó tu relato.
Fue... emocionante.
Un gusto estar en tu blog.
Que tengas buen día.
📕
Gracias, Iván. Me emociona que me lean desde el otro lado del océano. ¡Saludos!
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