Fotografía hecha por Ada Mandl de la serie "Portraits January 2012 London" |
Terminé de rasurar
minuciosamente la superficie del cráneo. La madre salió del cuarto simulando
una tos inesperada. Le coloqué y ajusté
la peluca pelirroja con flequillo. Sedosa, natural, la acababa de cepillar.
La joven, casi una niña, se
miró al espejo con una alegría feroz, desesperada. Le gustaba su nuevo
aspecto. Afirmó, con determinación
adolescente, que nada ni nadie iba a impedirle salir aquella noche. Aunque
estuviera mareada, aunque tuviera que vomitar por los rincones.
Claro que sí.
La mamá, ya de vuelta,
intentaba sonreír.
Me esmeraba en conseguir los
mejores efectos. Maquillé su palidez. Subrayé con rímel sus pestañas ralas. La
ayudé a enfundarse el vestido negro sobre su escueta figura. Y le volví a
colocar todos los piercings.
Estaba radiante. Preciosa.
Radioactiva.
Mientras bajaba las escaleras
para despedirlas en la puerta de la peluquería, supe que aquella Nochevieja
sería especial. La última y más intensa para esa bravísima diosa de la guerra.
Para mí, la primera que pasaría en casa. Acurrucada en el sofá. Vencida,
golpeada. Destilando toda mi tristeza. Descifrando la magnitud de un dolor que
no era mío. Y sin dar explicaciones.
El relato más hermoso de todos los que te he leído. No sé si es justo pero así lo siento. Siento sexy a la joven y comprendo la tristeza de la peluquera. Eros y thanatos.
ResponderEliminarMientras lo escribía no caí en la cuenta de que estaba invocando a Eros y a Thanatos, estos dos opuestos que se complementan entre sí y se transfieren mutuamente energía para movilizar muchos de los comportamientos que nos atañen, o que vemos. Nada más sobrecogedor que la muerte rondando a la juventud. Cuando estalla como una supernova una vida no acabada, los testigos solo pueden mirar.Las palabras permanecen en el interior y se escurren en un sumidero que lo absorbe todo.O eso me parece.
EliminarHermoso, triste, real, sobrecogedor.
ResponderEliminarReal es. Si tu crees que también es los otros dos adjetivos que le atribuyes es que he conseguido lo que pretendía. O que tú lo miras con tus penetrantes ojos de meiga. Un abrazote, Arantza.
EliminarLo de radioactiva me ha llegado al alma. Triste, mucho, pero valiente.
ResponderEliminarUnos abrazos gordos
Valientes las peluqueras, esas sí que son valientes de vivir todo lo que viven con la excusa aparentemente frívola de los pelos y las pelucas. Abrazos rechonchos para ti de vuelta, Elena
EliminarUn montón de sensaciones hechas palabra como tú sabes hacerlo.
ResponderEliminarUn abrazo, Paz
Pues viniendo de ti, con lo que tu sabes de embutir sensaciones en muy pocas palabras, lo encajo con una sonrisa y me dirijo a lo que me traiga el día más contenta que unas pascuas. ¡Gracias, Angel!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFantástica pieza, Paz. Porque toca algunas fibras profundas, sí, pero el mérito de ese logro está en el uso de diferentes recursos que despliegas con gran resultado. Esos detalles que concentran la carga dramática: como la tos de la madre o su intento de sonrisa. La elección de la fecha, la Nochevieja, con toda su carga simbólica y esa inversión del orden que se materializa en la historia: la felicidad recae en la joven que se muere y la tristeza en la peluquera llena de vida. O el ritmo de la secuencia final. O el tono impregnado de la misma tristeza ajena que siente la narradora. Me ha gustado mucho, Paz. Enhorabuena.
ResponderEliminarMe fascina ver mi relato diseccionado por un cirujano experto en destripar organismos hechos de palabras.Un recurso por aquí, un ritmo por allá, el tono bien extirpado con las pinzas y cada detalle en una bandeja para observarlo, verlo palpitar lleno de sangre y luego devolverlo al cuerpo y suturar con pericia para volver a insuflar vida al texto, al sentimiento que suscita. Me fascina porque yo no sé verlo más que cuando me lo enseñan, no soy consciente del entramado mientras construyo la pieza, solo intuyo si todo está en su sitio a base de un largo camino de prueba y error. Así que te agradezco mucho tu disección, y a partir de ahora dono mi cuerpo a la ciencia. O a la letra. Gracias Iván, por el bisturí y por el cariño con el que lo usas.
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