Foto de Juan Morán |
El chico alto de la perilla le
ajusta el cuello de la gabardina y a continuación le dedica media sonrisa inclinada. Nadie más sabe vestirla y desnudarla con esa
exquisita mezcla de pasión y delicadeza.
Un ejército de mujeres
inexpresivas como maniquíes merodean a
su alrededor, mientras deslizan las perchas de las nuevas camisas con la aparente
ligereza con la que se toca un arpa.
Él le ciñe el cinturón, estira
una manga. Luego se retira levemente para contemplar el efecto. Ella permanece
inmóvil, como corresponde a las de su especie, pero en cuanto la toma en sus brazos
para colocarla en el sitio, el carmín agrietado de su boca emite una luminosa sonrisa
que sólo él puede ver.
Rodeada de frutos secos y de hojas rojizas, le
observará de reojo desde el escaparate deseando
que llegue la temporada primavera-verano.
¡Qué relato erótico más sugerente!
ResponderEliminarLa temporada primavera-verano será todavía más excitante.
Eso me pareció cuando entré en Mango y vi a aquel dependiente tan guapo vistiendo a la maniqui de aquella manera. Gracias, Joselu! Cualquier día te escribo en privado para que me des un par de clases particulares sobre tu nueva pedagogía.
EliminarPreciós! Me he imaginado a la maniquí guiñando el ojo :)
ResponderEliminarPreciós! Me he imaginado a la maniquí guiñando el ojo :)
ResponderEliminarPues gracias por partida doble, Guerrera. Por cierto ¿ te conozco? Si no nos conocemos todavía más agradecida. Sonrisa y guiño.
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