Robin Purcel
Apretaba, pero sin
ahogar. Si, se le podría haber acusado de que se aprovechaba, pero siempre tuvo
mucho cuidado en no agotar los recursos
y procuraba administrarlos para
beneficio mutuo.
Existía la exacta dosis
de amor y de odio necesaria para mantener una relación tan difícil como poco
comprendida.
Conocía sus quejas, pero
no sentía ningún reparo en continuar con su inevitable cometido. Aunque no trajinara
allá afuera como otras de su género, sus tareas de interior limpiando y criando
a la prole eran ingratas y oscuras pero necesarias. Cumplía su destino con
rigor.
Nunca hubiera imaginado,
cuando entró en su vida, que pudiera llegar a incumplir las leyes más básicas
de la hospitalidad.
Por eso algo se quebró en el fondo de su memoria genética al
notar su definitivo rechazo. No pudo
evitar un estremecimiento de decepción cuando-tras la visita al hospital-
sintió cómo las fibras de su pared celular empezaban a disolverse al recibir la
primera bofetada del antimicótico, que la muy egoísta le propinó a traición con
tal de solucionar el molesto prurito vaginal provocado por la candidiasis.
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