fotografía propia
Cuando
a Maya le preguntan en el colegio de qué trabaja su papá, ella responde que no
está segura pero que ella cree que a veces hace de padre de la novia en algunas
bodas, y otras veces de pingüino en piezas teatrales sobre animales. A
continuación— e invariablemente—, las maestras agendan una entrevista urgente
con la madre para aclarar qué le puede estar pasando a esa criatura.
El trabajo que Víctor desempeña
desde hace casi de tres años no es tan divertido como imagina su hija. De
hecho, es especialmente pasivo y tedioso sobre todo si lo compara con su efímero
empleo anterior como guardaespaldas de una celebrity de la música pop
local. Aquella era una
actividad mucho más apropiada para la energía volcánica de este antiguo guardia
de seguridad al que Maya llama papá. Pero cada vez que ella pregunta a qué se
dedica, su madre, las tías y otros familiares le propinan una serie de palabras
largas, como «notepreocupes», «quemastedá» o «noloentenderías» como respuesta.
Así que ella sigue imaginándole oficios.
En el trabajo actual, a base de
pasar horas y horas sin poder usar sus músculos en algo útil o explosivo, y
para entretenerse de alguna manera, Víctor ha adquirido una creciente adicción
a los videojuegos y a las apuestas online. Mientras espera sentado en el coche
de la empresa, con el móvil disimulado sobre su regazo, juega o puja en sus
apuestas, y de esta forma consigue que las horas fluyan algo más ligeras. Aunque
su mujer cada día se despide de él diciéndole: “Un día volverás a casa con un
ojo morado”, sólo él conoce cuál es el verdadero peligro de su actividad laboral.
Esta mañana Maya lo ha visto salir
de casa con su camisa blanca, su pajarita y su lustroso traje negro, como cada
día. Esta vez se ha imaginado que era el director de un circo. Y ha sonreído. Pero entonces ha escuchado a su madre
diciéndole lo del ojo morado, y se ha quedado pensativa y triste porque ella no
entiende que nadie pueda pegar a alguien tan guapo, tan bien peinado y tan
cariñoso como su papá.
Por la tarde, como su mamá tenía
que hacer recados, era él quien estaba esperándole a la salida de la clase de
judo. Han ido a casa y se han puesto a montar juntos el puzle de unicornios brilli
brilli que le regaló por su cumpleaños. Sin pensárselo mucho y con la
emoción que produce acercarse a un secreto, se ha atrevido a preguntarle que
hace por las mañanas cuando ella está en el cole. Entonces él le ha explicado
que se va con el coche que lleva dibujado a un tipo elegante como él, aparca
cerca de las casas de algunos señores que tienen mucho dinero, y se da un paseo
por los alrededores con una maleta por si les puede saludar.
—Ah, por eso tienes que ir tan
elegante—dice Maya, con una sonrisa cómplice.
—Claro, en esos barrios la gente
viste muy bien—le responde Víctor con un gesto a mitad de camino entre la
ternura y la tristeza.
Los días transcurren con una
cadencia rutinaria y circular alrededor de Víctor. Cada día la madre le despide
con un beso asustado, Maya lo imagina hablando con voz gangosa con sus nuevos
amigos ricos del trabajo, y mientras tanto él continúa consumiéndose en su
adicción.
Ninguno de ellos puede saber aún
que un día no muy lejano regresará a casa con un ojo morado. Y que no será por su
trabajo intimidando morosos como cobrador del frac, sino porque después de
muchas advertencias por las deudas acumuladas, los de la empresa de las
apuestas online le han buscado y le han encontrado.
Maya, cuando lo vea llegar de
lejos, creerá que lleva un parche en el ojo. Enseguida se sentirá muy orgullosa
de que su papi, además del más elegante, también sea un pirata muy valiente.
⁶esto es
ResponderEliminarEsto es un relato de la gran Pacita.!!
ResponderEliminarTú si que eres grande, Maite-Maitita!
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