Si se mira bien, una persona que está perdiendo la memoria no se
diferencia mucho de alguien que está haciendo el pino y de repente lo ve todo
del revés. Todo es cuestión de perspectiva. El árbol genealógico se pone patas
arriba y cuando Teresa ve llegar a su hijo con aspecto de señor maduro nadie
debería sorprenderse de que le salude con un efusivo: ¡hola papá!
Por lo mismo, no es raro que un rato antes ( o después , nunca se
sabe) nos haya enseñado una fotografía en blanco y negro de ese mismo hijo
cuando era un niño y nos dijera que es su nieto. Si resulta que el tiempo no es
una línea recta sino algo mucho más gelatinoso, no es incongruente que insista
en decir que ni hablar , que qué va a ser su hijo , que es su nieto, seguro.
¿Cómo va a tener ella, tan mayor, un hijo tan pequeño? ¿Quién define qué fue
antes y qué después? Quizás también tenga razón cuando dice: “¿Hijos? Los hijos
no sirven para nada, lo único que vale la pena son los nietos”. Aunque no
queramos aceptarlo todas las abuelas lo confiesan cuando se juntan a tomar
chocolate con pastas. Y sería una buena señal que las que ahora lo oímos con
pena, un día- desinhibidas ante una
buena infusión y un grupo de amigas deslenguadas –actualizásemos el mismo
mantra evolutivo, para escándalo de nuestro hijos. No hay nada más
tranquilizador que un buen eterno retorno. Mientras tanto a alguien se le ha
ocurrido la brillante idea de proponer la adopción de nietos para abuelas que
no hayan tenido la suerte de serlo.
Teresa no se acuerda de haber pedido otro café, ni sabe adónde
vamos después, pero recuerda perfectamente el nombre de su padre y el italiano
que hablaba de pequeña. Simplemente ha dado la vuelta al reloj de arena y se
perciben pequeñas turbulencias entre las partículas de tiempo que ahora han
cambiado de sentido. Nosotros no lo entendemos porque ya no tenemos la agilidad
ni la imaginación que teníamos de pequeños para hacer el pino y observar el
mundo al revés, con el sol abajo y el suelo arriba, como en el polo sur.
Dedicado a Jorge Diogene, por invitarme a compartir ese desayuno.
Y también a Kestutis Samulis, que me ha enviado estas preciosas fotografías del lugar donde ahora vive.
Un placer pasear temprano por tu playa. Aunque ya tengo edad de ser abuelo te digo que aún no estoy preparado para ver el mundo al revés. Aún pupulan los hijos por casa, y lo que te rondaré. Volvemos al clan: abuelos, padres, hijos y nietos en la misma guarida.
ResponderEliminarCon el frío que hace ahí afuera no me parece mala idea una guarida para todo el clan. Yo voy camino de lo mismo ;-)
EliminarUn cálido saludo
A mímtu micro me llega al alma, Paz. Me cuesta mirarlo desde lejos y poder opinar objetivamente. Mi papá está comenzando con su pino y es difícil, muy difícil ver cómo nos va dejando.
ResponderEliminarUn abrazo.
A mi tambien me llega al alma lo que dices, Pedro. Hugs!
EliminarGracias por tu escrito Paz, ya es historia del pasado...Definitivamente siempre que se pueda hay que escribir el presente ya que se desvanece rápido como se funde el hielo! Besotes
ResponderEliminarGracias por tu escrito Paz, ya es historia del pasado...Definitivamente siempre que se pueda hay que escribir el presente ya que se desvanece rápido como se funde el hielo! Besotes
ResponderEliminarGracias por tu escrito Paz, ya es historia del pasado...Definitivamente siempre que se pueda hay que escribir el presente ya que se desvanece rápido como se funde el hielo! Besotes
ResponderEliminarEstá claro que cuando uno aprieta demasiado sobre el "enviar" tu comentario se ametralla y crea más agujeros de la cuenta...sorry!
ResponderEliminarNo pasa nada, Jorge.Desde este efímero presente te envío besos, besos y besos.
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