Tras la noche del domingo la casa era caos,
confusión y oscuridad sobre el abismo del fin de semana. Una corriente de aire
aleteando por encima de la cama la despertó. Encendió la luz y decidió amanecer
con convicción.
El martes hizo las fotocopias , leyó el
prospecto del jarabe , tachó unos asuntos de su agenda, clasificó papeles y
recuerdos. A la derecha el montón de ropa de entretiempo, a la izquierda la de
invierno. Por la noche contempló, cansada y satisfecha, las luces que
parpadeaban en el cielo.
El miércoles lo dedicó a que todo diera
fruto: regó las libretas con palabras y abonó las plantas del jardín, miró a
sus hijos a los ojos y llenó la pizarra con esquemas. Cuando quiso darse cuenta
eran las ocho. La noche había atrapado al día otra vez.
En cuanto al resto de la semana se la ve
borrosa por la velocidad y por el tiempo, pero parece que trajina por la casa,
conduce hasta el trabajo, acompaña al pequeño al dentista , recoge la cocina ,
chantajea a su hija y en las cenas se ríe de bobadas.
El
domingo se despierta algo cansada. Y descansa. Pero solo un poco,
mientras saca al perro a pasear. Después decide tomarse un café y ponerse manos
a la obra. Porque ahí está otra vez el
caos. Y el abismo. Y las corrientes de aire. Y todo la requiere para que cree
de nuevo la semana.
¿Hoy no era el día de la mujer trabajadora? Pues eso
Un trabajo agotador que siempre empieza y acaba de la misma manera. Ay, esas dichosas corrientes de aire.
ResponderEliminar¡Excelente, Paz! Transmite a la perfección ese desasosiego que os tiene que acompañar a todas las mujeres que no paráis de multiplicaros para llegar a todo.
ResponderEliminarUn abrazo y ¡felicidades!
¡Gracias Pedro y Araceli! La lucha de las mujeres contra la entropía del universo es una batalla perdida de antemano, pero nosotras erre que erre... Abrazos a diestro y siniestro
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