(fotografía de Elías Ruíz Monserrat)
Él nunca quiso ser
tenista, pero cómo contrariar los más hondos deseos de su papá hablándole de
escalas y arpegios.
Es por eso que siempre se demora en el
vestuario escuchando la melodía que el aire del ventilador interpreta al atravesar
la red de su raqueta, mientras el grifo gotea melancólico un adagio.
Un micro que titne el olor de la tristeza que siempre provoca lo impuesto, Paz. Pocas palabras, tremenda potencia. Excelente.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Gracias Pedro!.Ay, el problema de querer complacer las expectativas del Otro, y más si ese otro es un personaje tan enorme como un padre para un niño...Quiero creer que al final la vocación acaba saliendo,aunque sea a contrapelo, por las fisuras que el tiempo abre ,por las costuras con las que está cosida eso tan raro que llamamos la vida. Uy, qué trascendente me he puesto...
EliminarAbrazotesss
Siempre pienso en los chavales cuando les veo destacar en alguna actividad en la que sus padres no triunfaron o sí.
ResponderEliminarPobrecitos los niños que son proyecciones inocentes de sus padres, si .Los papis tendríamos que pasar un examen de sentido común y de generosidad antes de serlo ¿no crees? Abrazo
ResponderEliminarUn enfoque muy original, conciso y elíptico para un drama de dimensiones intergeneracionales. Casi nada. ¿Ponerse trascendente? Pero de eso se trata, ¿no?
ResponderEliminarBesos
Susana, tu comentario si que es original, conciso y eliptico.En el clavo.Besos y que sepas que estoy disfrutando mucho con tus relatos tan diferentes a todos:profundos, solidos y a la vez que te hacen volar.
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