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sábado, 2 de febrero de 2013

Respiración




La niña de dientes desordenados y ojos raros los días laborables va al huerto con el abuelo.
En cuanto llega se aparta la capucha de la trenca, se sube la falda y se encarama al columpio que cuelga del ciruelo intentando que no se le enganchen los leotardos en ninguna astilla. Entonces se mira las piernas y, tal como le enseñó su hermana, las encoge cerrando los ojos y las estira abriendo la boca. Abre y cierra. Estira y encoge. Sube y baja. Se evapora y se condensa. La cenefa con casitas del borde de su falda aparece y desaparece a través de la rendija de sus ojos. El mundo palpita a su alrededor y una espléndida luz de invierno ilumina la mañana.
     A veces las palabras son tan grandes como los objetos que nombran y cuesta horrores decirlas, pero cuando llega a lo más alto es capaz de abrir la boca y sacar un árbol entero. Otras veces una roca, o una nube lila. Al final, siempre las mariposas tropezando con el resto de las palabras.
Cada vez que asciende, en el instante en que está a punto de precipitarse hacia donde se encuentra su abuelo, todo a su alrededor contiene el aliento por un momento. Luego se escapan las mariposas. Y le hacen cosquillas al salir. Aliviadas, las babosas, las lechugas, las arañas y las larvas reanudan sus silenciosas batallas y el aire se acompasa a la respiración de este péndulo que hace girar todos los ejes. 







2 comentarios:

  1. :) Inspira, espira... La vida nos viene y se nos va en esos dos movimientos ¿involuntarios?

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  2. Me pareció que el fuelle de un columpio se parece mucho al ciclo de inspirar y espirar.Una cosa te lleva a la otra con un poco de voluntad y mucho de dejarse llevar...Cada día cuando paseo a los perros veo a esa niña "especial" columpiarse. Respirar.

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