La bella durmiente y el príncipe encantado acaban de tener la enésima
discusión sobre cómo van a repartir los bienes del reino y a los principitos
tras su inminente divorcio.
Mientras se dirige a la cocina, la bella piensa que mejor hubiera sido
terminar la historia justito después del beso, pero el autor la quiso acabar en
banquete nupcial sin su permiso y ahora está
condenada a tomarse un Tranxilium
cada noche.
¡Cómo disfruto de tus juegos intertextuales, Paz!
ResponderEliminarEstá claro que si el matrimonio, de por sí, es un camino arduo, uno sin deseo ha de ser un calvario.
Un abrazo,
¡Muchas gracias Pedro! Si , vete a saber cómo han debido acabar los cuentos tras tanto derroche de perdices. Principes calvorotas y las princesas hechas unas "foquildes" ( Forges dixit),y todos con ansiedad, ay ay.
EliminarLuego me paso por tu blog a leer otra vez eso tan impactante que has escrito.
¡Abrazos!
Paz
PD: estoy planteándome ir a la quedada de Madrid para conocer en persona al comentarista de cabecera de este blog...
Me he preguntado un montón de veces como sería la vida después de ese final que nos contaban. Sí, más o menos como lo cuentas me lo imaginaba.
ResponderEliminarBesitos
PD: ¡Vente a la quedada!
A ver si me lo puedo montar.Gracias por tus comentarios!
Eliminar¡Un abrazo!