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jueves, 5 de septiembre de 2013

Fermentación


Abrieron la caja. Algo parecido a una pequeña descarga explosiva- producida por los gases de la fermentación- desordenó todas las piezas de su interior. Me asomé. Una vértebra había quedado al alcance de mi mano. Tentada estuve de cogerla, pero no atiné o no me atreví por miedo a ser descubierta.
Me fascinó el hecho de que las medias, del mismo color que la tibia y el peroné que cubrían, estuvieran intactas.
No fue la tristeza el primer sentimiento que me asaltó durante la exhumación. Ni el impacto por la saña con la que el tiempo había devastado a alguien que en vida desprendía tanta luz. Lo primero que pensé fue que parecía imposible (o al menos sorprendente) que dentro de aquella pelvis hubiera estado yo junto con mi hermano mellizo. Mi cuerpo se encogió levemente, como haciendo un amago de postura fetal para comprobarlo.
Nadie se dio cuenta de mi gesto.
Ni del frío helador que de repente hacía en ese lugar.




Dedicado a mi madre.Y a la montaña azul que se veía a través de la ventana del hospital, que parecía, como ella,  una mujer durmiendo plácidamente.  




7 comentarios:

  1. ¡Tremendo, Paz!

    Imagino tu sentir y prefiero opinar con mi silencio.

    Un abrazo,

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    1. El silencio y la lentitud son dos de las cosas que más necesito en estos días, así que gracias, Pedro.

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  2. Me gustó el último gesto del protagonista. Es muy interesante como eso vuelve a humanizar a la fallecida.

    Saludos

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    1. Muchas gracias por tus comentarios, Lucas.Y bienvenido a mi blog.

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    1. Gracias, Araceli. Tú sabes de qué hablo.Y lo que siento.Gracias.

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