Es interesante
destacar que al principio devoran cada día el equivalente humano a cien quilos
de lechuga, y no paran de crecer. Más tarde se repliegan ensimismadas y todos
sus tejidos se disuelven en un caldo marrón del que surge finalmente la
prodigiosa criatura, que ya no crece más.
Incansable, el
entomólogo repite la información a los escolares que desfilan cada día ante las
vitrinas de la exposición. Les habla de la imposibilidad de usar adjetivos para
describir el color exacto de un ala de mariposa: el brillo metálico de las asiáticas
y los tonos terrosos de las africanas escapan a las posibilidades de la escala
cromática. Si acaso, se podría aludir a la arena para describir a las nocturnas
y a la aguamarina para acercarse al color de algunas diurnas. El mayor
espectáculo de transformismo ofrecido por la naturaleza consiste en que unas
orugas cimbreantes y voraces se transformen en la belleza más efímera y
generosa.
Los chicos le
siguen, ensartados al hilo fibroso de sus palabras, confiados y ciegos como las
orugas de la procesionaria.
Vitrina tras
vitrina ilustra las peripecias que le llevaron a capturar cada ejemplar, señala
antenas plumosas, describe artilugios de captura y métodos para la cría.
Advierte del grave peligro de ahogamiento que supone la rotura de un ala.
Fotografías del naturalista, en diferentes edades y selvas, observan el desfile
de pequeños curiosos, mientras que sus mariposas atravesadas por el
alfiler sacrificial permanecen delicadas e impasibles en sus paneles, siempre
idénticas a sí mismas.
En todo momento enhebra
un discurso didáctico y erudito. Pero cuando llega a los paneles de las
gigantescas mariposas de Indonesia y recuerda a aquella especie que era capaz
de batir las alas de la misma manera que las aves, un extraño escalofrío le
recorre el espinazo. Puede ver con nitidez a aquellos formidables ejemplares
desplomarse como una bofetada sobre los sorprendidos cazadores. Una lluvia
trémula, memorable. Solamente entonces, y durante un instante,
desaparece de su propio discurso abandonando a los alumnos en la sala y vuela
hacia la selva agitando sus pestañas irisadas y vibrátiles como alas de
mariposa.
Precioso. Da gusto mover las alas por tu blog. Me gusta esas pestañas irisadas de ver tanta belleza.
ResponderEliminarGracias, Javier,me encantan tus revoloteos por mi blog.
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