Fotografía propia
En nuestra familia ha habido de todo. Suicidas, pederastas, psicópatas,
cazadores, falangistas, ludópatas y adoradores del líder. Matrimonios concertados,
herencias envenenadas, rebeldías con causa y algunas malas elecciones legendarias.
Gente de fiar y arteros embaucadores. Sentimiento de pertenencia y profundo extrañamiento.
Vehemencia y abulia. Astucia y bondad. Grandes sacrificios, desarraigos de
novela y otra vez la misma piedra. Los muertos prematuros—uno de ellos
contagiado de SIDA— asoman desdibujados como ramas livianas y desconocidas del árbol
genealógico, junto a otros personajes muy longevos calificados como decentes o como
inaguantables. O como ambas cosas a la vez.
No consigo entender por qué siempre se nos ha inculcado que somos una
familia especial, impoluta y ejemplar, cuando simplemente somos una familia
corriente, normal, incluso vulgar.