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jueves, 15 de marzo de 2018

Urgencia




La ilustración es de David Berkvam, robada del blog de la Microbiblioteca



En la pecera las horas transcurren  verdosas y lentas. Nos miramos, sin párpados, e intentamos  hacer de la respiración un arte. Con el oxígeno trasvasado desde las branquias modelamos burbujas tornasoladas, que proyectamos con los labios hacia el aire enrarecido de la sala. Algunas son esféricas y livianas como un suspiro, otras tienen la angulosa geometría de la preocupación. Pueden crear inesperadas turbulencias pero acaban fluyendo en mansas láminas.
Pescan a razón de un ejemplar por hora, ¿seré yo el siguiente? nos oímos pensar. Una vez en el cedazo, unos sinuosos conductos te llevan a otro compartimento: triaje, radiaciones, o una pecera menor. Eres observado por expertos en partes invisibles. Luego regresas al tanque principal, a continuar respirando tiempo y agua. De camino ves a otros que boquean, con las escamas secas, al borde del acuario. Tú no quisieras acabar así, pero sabes que no puedes elegir. 
Por fin sales del Hospital, ese universo viscoso en el que has tenido que ser pez. El aire penetra en tus pulmones ligero y frío. Dilatas los sacos aéreos para perder densidad. Inspiras y tomas impulso, persuadiéndote una vez más de que eres pájaro y sabes volar. 



Con este micro he quedado finalista en el concurso de la Microbiblioteca del mes de Febrero, aquí junto con Mei Moran, José Manuel Dorrego, David Vivancos y Lola Sanabria, a quienes felicito desde aquí. Estoy  feliz de haberme podido colar otra vez en esta biblioteca tan especial  y de compartir acuario con estos peces tan exóticos y delicados.  

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