Cuando
regresé con la compra, los trillizos no estaban en la cuna. En su lugar, un
bebé del mismo volumen que mis tres niños juntos me miraba fijamente con su
rostro abotargado. Había oído hablar de estos sucesos, pero siempre creí que se
trataba de una leyenda urbana. Miré con furia a ese parásito inaudito. Me
imaginé una nube de plumas saliendo del almohadón tras ejercer la presión
necesaria.
Fui volando hacia la ventana y comprobé que mis hijos yacían
temblorosos al fondo del patio de luces. Mis piernas se convirtieron en
musculosas garras, mi boca se transformó en una potente prensa cornea,
negrísimas plumas de cuervo crecieron sobre mis brazos. Me lancé en picado
hacia las tres criaturas que abrían sus bocas suplicando mi protección. Y
mientras las acunaba en mi regazo, la vi de reojo asomando por una
esquina. Cómo se me había ocurrido dejarle a ella las llaves de repuesto. Cómo
era posible que no hubiera entendido mi negativa a quedarme con su niño mientras ella
se iba de viaje. Aunque no lo hice, la promesa de sangre invitaba a agarrarla
con mis garras, dejarla caer sobre una roca y picotear su cuerpo hasta saciar
mis vísceras de ave de rapiña. Y así contribuir a la extinción de esa especie
tan dañina: la insaciable vecina gorrona, conocida también como la hembra del
cuco.
buen preludio al dia de la madre... y el anterior tambien. Muy divertido, me encanta. un beso
ResponderEliminarMaite
Una nueva visión de la maternidad: las madres como aves de rapiña, llenas de picos y garras. Quería hacer un poco de apología de la maternidad ahora que está tan denostada. Ya tú sabes de qué hablo, madre feroz y voladora. Besos y recuerdos de cuando éramos "mamases"juntas en una isla del sur.
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