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lunes, 17 de agosto de 2015

Rapa nui ( III)

Con la imagen de los imponentes moais aún en la retina, nos dirigimos a la costa norte. Necesitamos diluir la contundente solidez geológica de las estatuas en la visión de una inacabable extensión de agua. En el camino paramos a visitar el mayor grupo monumental de toda la isla (Tongariki), situado de espaldas a un gigantesco acantilado. Moais que consiguieron emerger totalmente del basalto y llegar hasta este altar, cabezas de diferentes tamaños que continúan en un cuerpo proporcional y que, como si se tratara de un ejército de peones de una partida de ajedrez mítica, miran al frente dispuestos a avanzar implacables sobre nuestra fragilidad y nuestro vacío. Necesitaremos mucho océano para desteñir esta imagen tan sobrecogedora.



          Llegamos a la playa de Anakema (la única playa practicable como tal en la isla, el resto de la costa es abrupta y poco acogedora) mientras intentamos localizar la playa anterior, la de Ovahe, que según la guía tiene la arena de un especial color rosado procedente de la meteorización de la escoria volcánica.
Aparte de una playa paradisiaca, en Anakema nos aguardan otras sorpresas:  una plantación de palmeras procedentes de Tahití, otro altar de moais, tres lugareñas que salen de darse un baño a pesar de la lluvia, y un grupo de fantasmas que resultan ser turistas con chubasqueros blancos. Dos pequeños volúmenes de arena van a parar a unos frasquitos que, a partir de septiembre, formarán parte del material de geología de mi instituto juntamente con unos magníficos fragmentos de obsidiana que encontraré al día siguiente durante una excursión por la otra esquina de la isla.




 En esta misma playa desembarcaron los antecesores de toda la población rapanui. Esto le da un carácter mágico e inaugural al horizonte. Pero probablemente también permitió la entrada a las fragatas holandesa que, el día 5 de abril de 1722 “descubrieron” esta isla, la bautizaron con el nombre de isla de Pascua y rompieron el aislamiento milenario de sus habitantes, abriendo una brecha para que hicieran sus incursiones posteriormente James Cook, el conde de La Pérouse, piratas, corsarios ( que no son sino piratas respaldados por un gobierno) y la compañía de ferrocarriles de Perú que se llevó a gran parte de la población para usarlos como esclavos. Para cuando en 1888 Chile se anexionó la isla, el sistema social estaba destruido, no había nadie capaz de leer las tablillas parlantes Rongo Rongo, y los pocos nativos que quedaban malvivían cercados por alambradas en la actual Hanga Roa, en terribles condiciones de aislamiento y maltrato. No me extraña que los descendientes de aquellos pocos supervivientes posean esa dignidad y esa mirada fiera e indomable que también he observado en los africanos,  y no  quieran dejar en manos de gobierno chileno la gestión de su patrimonio. 
Una playa tropical no siempre es un lugar idílico para bañarse y evadirse de la estresante vida occidental. Esta playa es mucho más. Un baño en estas aguas es una inmersión en lo más oscuro de la historia de la humanidad. Me quedé con las ganas de parecerme a esas tres mujeres que acababan de bañarse en Anakema y no mostraban ningún miedo a entrar en contacto con toda esa energía. Pero no me atreví a desnudarme y a entrar en el agua. Continué con el anorak puesto y tomando fotos con mi cámara, como una cobarde que cree saberlo casi todo.( Continuará) 


2 comentarios:

  1. Siempre interesantes tus comentarios Paz

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    1. Me interesa que le interesen a personas interesantes como tú, Paloma. Gracias por el adjetivo que me has regalado y que lo acabo de desgastar totalmente.

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