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miércoles, 21 de mayo de 2014

Viaje a Escocia ( I )

                                                                                            La hidra de tres cabezas


-Folks, please, put your feet away from the back of my seat!
La joven china le dice algo a su madre con suavidad, y a continuación la madre retira los pies del respaldo del asiento que tiene delante.
Colin se atusa el cuello de la camisa y continúa, con voz modulada y didáctica, su explicación sobre el paisaje de las Highlands, mientras conduce el minibús que nos lleva, en un tour de tres días, hacia la isla de Skye.
Las tres nos miramos de reojo. Nuria desvía la cabeza hacia la ventanilla, tratando de contener la risa.
Según nuestro primer diagnóstico, realizado en la primera parada destinada a utilizar las toilette facilities, el autocar está ocupado por varios “individuos colectivos”, que hemos definido como: “grupos de personas que actúan como una sola y que funcionan con un código completamente distinto al de los demás”. Hay “individuos” chinos, húngaros, sudafricanos, portugueses y españoles. Un verdadero laboratorio antropológico ante el cual nos relamemos los bigotes.
El primer personaje colectivo somos nosotras mismas, una  bulliciosa hidra de tres cabezas que reproduce a la perfección el tópico de que las españolas son sociables y salerosas. De vacaciones de nosotras mismas y  dispuestas a divertirnos caiga quien caiga, saludamos a todos y hablamos por los codos, aun a costa de que algunas palabras no  existan en los diccionarios ingleses. Las tres azafatas de la farándula, como nos hemos autodenominado para permitirnos así ser atrevidas sin remordimientos con las etiquetas que colguemos a los demás
Nuria está sentada en el asiento individual de la primera fila. Al mismo nivel, en el asiento doble, está la madre y la hija chinas (como en las cartas de las familias-decimos, en uno de nuestros primeros intentos de clasificación del caos racial que reina en el microbús-pero sin trajes tradicionales). La madre lleva una coleta y parece más joven de lo que debe ser en realidad, solo si se observa muy de cerca su cutis sin brillo se la puede situar en la cuarentena tardía. Su atuendo es algo extraño: usa unos  pantalones de chándal impermeables, lleva los pies enfundados en unos calcetines blancos  y encima unas sandalias-zuecos con bastante tacón, que más adelante le resultarán bastante incómodas para caminar por los caminos empinados de la isla. La hija china lleva el pelo corto, escalado y teñido con mechas anaranjadas, y su ropa es oscura y moderna. Entiende y asume el comportamiento occidental porque, como acabaremos averiguando, ha pasado los últimos cuatro años estudiando en Inglaterra. Pero sus padres acaban de llegar de China para asistir a la fiesta de graduación de su hija, y después regresar juntos a su país. Por tanto no comprenden ni una palabra de inglés, y lo que es peor, desconocen los más básicos rudimentos de nuestras normas de convivencia.
Esto- juntamente con el profundo respeto que los hijos tienen hacia sus mayores en  esa cultura, lo cual no permite que en ningún caso se les pueda enmendar la plana- ha creado ya algunos problemas relacionados con escandalosos bostezos, arreglo de uñas de manos y pies, y  una amplia variedad de indisimulados gases  procedentes de distintos procesos digestivos. 
Mientras sus padres realizan sus rituales la hija calla y mira el paisaje. Nosotras tres nos miramos pasmadas y también dirigimos la vista hacia el socorrido paisaje, un magnífico valle glaciar. Pero esta última vez, tras la queja que el guía intercala en su discurso, sí se atreve a decirle algo a su madre,  que inmediatamente retira los pies del respaldo del asiento del conductor-guía.
El conductor-guía, Colin, es un auténtico hombre orquesta. Uno de esos raros  especímenes masculinos capaces de hacer varias cosas a la vez,  todas con precisión y eficacia. Mientras conduce saluda con una cadencia de viejo colega a todos los autocares y camiones con los que se cruza. Al mismo tiempo explica con pasión-como si diera un speech en un congreso del partido nacionalista escocés- todo lo que debemos saber para comprender  la historia de Escocia, su naturaleza, sus gentes, sus luchas contra los ingleses y sus reyes. Cada tramo de su discurso precedido de la música más apropiada y con un ritmo totalmente calculado para  poder terminar la explicación justo antes de la parada en la que nos mostrará lo que nos acaba de explicar. Ni más ni menos que el conductor estándar, llamémosle Manolo, al que estamos acostumbrados en nuestro país.
Tremendo hombretón, recio y de rostro fiero-se diría descendiente directo de Flora MacDonald,  y se le podría visualizar fácilmente luchando contra el clan de los MacLeods -, le habla a su micrófono inalámbrico con la audacia de un gran orador, pero si le diriges la palabra se convierte en un niño asustadizo y tímido, incapaz de mirarte a los ojos. Dos hombres en uno: el ardiente guerrero y el gigante sensible. Una bestia noble que nos enternece del mismo modo que lo hacen nuestros  alumnos adolescentes. Eso sí, se pone muy nervioso si no se obedecen sus normas a rajatabla. Entonces una furia milenaria le brota por entre sus dientes mal alineados, y todos temblamos como hacía la Bella ante los arrebatos de la Bestia.
Enseguida, en la primera parada que hacemos para comer algo - un área de servicio repleta de güisquis y mantas escocesas- sacamos nuestras propias conclusiones psicológicas y hablamos de complejos, de que debía de ser el gordito de la clase, de que las chicas se le burlaban y por eso ahora es tan arisco con las mujeres, especialmente con las profesoras catalanas.
 Autocar disciplinado y antropológico

A la hora prevista todo el mundo se dirige al autocar.
-Voy a tomar posiciones-dice María José.
En la segunda fila del autocar nos sentamos María José, el padre chino y yo. Yo en el asiento individual, María José luchando por que no le invada su espacio un señor con el que no se puede comunicar de ninguna manera y al que le gusta sentarse con amplitud y comodidad antes de quedarse dormido tras unos elocuentes bostezos y estiramientos.
Van entrando todos, y cuando el que hemos llamado a  priori “el francés”-según lo que dijo cuando el guía preguntó de dónde veníamos- entra en el autobús, Nuria dice:
        -Ya entra el penúltimo- refiriéndose a que, otra vez el grupito de los tres adolescentes madrileños entrará en último lugar, huraños y pasotas hasta la vergüenza ajena. Cuando el francés-que luego resultará ser portugués y políglota-pasa a nuestro lado, nos dice
          -Estas tías españolas siempre charlando!
 Nos deslizamos ligeramente hacia abajo en nuestros asientos y dejamos que nuestras miradas queden suspendidas en el sorprendente panorama que nos envuelve. Habrá que ser un poco más cautas en nuestros comentarios.
El minibús recorre millas y millas a lo largo de una sucesión de paisajes naturales: prados inmensos y montañas modeladas por antiguos glaciares, rocas volcánicas y turba, cascadas y parques naturales con bosques del pino autóctono, una especie extraña y altiva rodeada de plantaciones intrusas. Historia de los clanes escoceses y música celta, lagos grandes como mares (uno de los menos espectaculares es el famoso lago Ness), y profundos como su pronunciación en gaélico: Loch, cuyo final se convierte en una j prolongada y gutural en boca de Colin.                                                                                  
Casi siete horas de autocar-como si fuéramos desde Barcelona hasta Sevilla, decimos- con paradas en lugares estratégicos para tomar algo, ir al lavabo o contemplar las vistas. En los lugares más insospechados aparecen gaiteros ensordecedores dispuestos a posar para que tus parientes vean en la foto lo que es una kilt.  
Por fin, tras dejar atrás el espectacular castillo de Eilean Donan (con la promesa de que en el viaje de vuelta pararemos y con el requerimiento de que le digamos al final del día cuantos de nosotros querremos entrar, para reservar unas entradas más baratas) llegamos a la isla de Skye.



Esta es la primera parte de la crónica de un viaje que realicé hace unos años a Escocia , con una beca de la Generalitat  para mejorar el inglés, durante tres semanas. 

4 comentarios:

  1. La cosa promete, Paz. Esperamos la siguiente entrega. Besos

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  2. Gracias por leerlo Araceli, mañana o pasado colgaré la segunda de las cuatro entregas de este viaje legendario y delirante por Escocia.Un abrazo

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  3. Que fotos más bonitas¡¡¡¡¡ Envidio poder ir allí algún día.

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  4. Las hice yo solita Fco Manuel , pero no tiene ningún mérito que hayan quedado bien porque el paisaje era espectacular. Gracias por pasarte y un abrazo

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