Cuando a las siete de la tarde se aferra a su tacita de manzanilla con la mirada
perdida mientras la gente entra y sale de la cafetería, es como si por un
momento dejara de sentir que la tierra se desplaza treinta kilómetros cada
segundo. La carrera ha empezado doce horas antes. Medio bocadillo antes de la
primera clase. Tres clases más y una guardia con un grupo desconocido y
difícil. Llegar a casa a las tres y media y que nadie haya acabado de hacer la
comida. Sacar a los perros, también se han olvidado. Han quedado duros con las
prisas y las amenazas, hay que reblandecer los espaguetis con otro hervor. Notar
que la sangre también hierve un poco. Intentar descansar media hora antes de
prepararse para llevar al pequeño a la sesión con la pedagoga que detectará qué
demonios ocurre con su ortografía. Darse cuenta de que el mayor no le ha
dejado el coche, tal y como quedaron ayer. Gritar y después quedarse quieta, como paralizada. Notar que el
cuerpo se resiste a otro esfuerzo. Llorar un rato. Preocupar a la hija, que
decide llamar a un taxi. Dejar al chico en el gabinete psicopedagógico y bajar
a tomar algo. Disponer de una hora. Disfrutar como una posesa del calor que
desprende la taza de manzanilla. Absorberlo. Agarrar la taza con fuerza para tratar de frenar la velocidad de la traslación. Intentar recoger todos los pedazos de su
personalidad que se han dispersado en la explosión del día. Juntar en su cabeza
a todas las personas, animales y plantas que la componen y la necesitan. Ponerlos en
fila. Pasar lista. Dedicarles una mirada severa y luego deshacerse de ellos
durante un rato, justo el tiempo que tarde en enfriarse la taza que aprieta
como si en ello le fuera la vida. Convencerse de que sólo ha sido un mal día.
( fotografías de Elías Ruiz Monserrat)
Este relato ha recibido un accésit en la convocatoria 100x500 de Cuentos para el andén.La ganadora ha sido Adriana Jardón ( México) , y he compartido accésit con Sara Lew y Linda Báez ( Nicaragua). Resulta curioso que todas , incluidas seis finalistas, hemos sido mujeres.
Empecé a leerlo y no pude dejar de leer hasta el final, que manera de atraparnos saltando de una actividad a la siguiente. Solo fue un mal día, de esos que se repiten tanto, con ese yo múltiple corriendo de aquí para allá. Por un momento, pensé que la taza se iba a romper en sus manos, de la presión. Es real como la vida misma.
ResponderEliminar¡Hola Puri, gracias por pasarte y solidarizarte! jaja , seguro que tú me entiendes perfectamente. Bueno , el caso es que el vaso a menudo está a punto de explotar,pero debe ser de duralex y nunca lo hace ¿no?.Un abrazo muy apretado.
EliminarEs una maravilla Paz. He ido con la historia, atrapada, agobiada y sin poder respirar. Por esa falta de tiempo y de agradecimiento cotidiano. Besazos.
ResponderEliminarBuenísimo, Paz. Ser muchas es agotador. Besos a todas y cada una de las Paces que te habitan.
ResponderEliminar¡Gracias Marta y Araceli ! ¿ Será casualidad que todas las que habéis comentado seáis madres multi-tarea ? La respuesta es: no. Un abrazo múltiple y poliédrico.
ResponderEliminarPero Paz ¿me has estado espiando? ¿me has visto por un agujerito llevando a la una a baloncesto y salir pitando a la reunión con la profa de la otra? y hala al super a por los yogures XXX que se han acabado y media hora de esperar tonta antes de recogerlas?? ah noo, es nuestra doble profesión de mamis, menos mal que existen la válcula de escape de escribirlo. Abrazos de una mami a la carrera a otra. Todo igualito, a excepción de que yo odio la manzanilla. Abrazos en tridimensional
ResponderEliminarLa manzanilla me la tomé porque me sentí identificada con la bebidade la senectud.Me hubiera gustado ser, en ese momento, una plácida abuelita tomando manzanilla con pastas de te, vamos, como la abuelita Paz jaja.Si, somos un ejército de madres polivalentes y en cuanto nos vemos nos reconocemos.Bienvenida a heemandad Mel.Muack
ResponderEliminar¡Excelente micro, Paz! De esos que se cuelan tanto en el lector que, en mi caso, me ha dado ganas de dejarlo todo y desaparecer. Hay vidas que no son vidas, sino condenas y esta es una de ellas.
ResponderEliminar¡Gran trabajo!
Un abrazo.
Yo diría más bien que hay días que son unos condenados jaja.
ResponderEliminarGracias por pasarte con lo ocupado que estás. Y de nuevo felicidades verdes como la envidia!
Yo creo que la tierra va a empezando a tomar conciencia. Creo que comprende el significado de esa taza de manzanilla.
ResponderEliminarSaludos Paz.
Saludos de vuelta jaal.Seguro que esa taza consigue frenar un poco la velocidad desenfrenada de su trayectoria, en plan efecto mariposa.Un abrazo con el freno de mano ya puesto.
ResponderEliminarCreo que todos hemos necesitado, alguna vez, saborear esos escasos minutos de paz que anteceden al agobio, al estrés e incluso al miedo que da pensar en lo que nos espera, unos instantes que quisiéramos que fueran eternos.
ResponderEliminarSaludos.
No hay nada más apetecible que la soledad deseada,sobre todo cuando se está combinando la crianza con todo lo demás y hay que estar al máximo rendimiento en todos los frentes. Las tazas de manzanilla pueden ser un buen asidero, y saben a gloria. Saludos muy agradecidos, Josep Maria
Eliminar