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martes, 9 de julio de 2024

Un papá muy elegante


                                                           fotografía propia

   

Cuando a Maya le preguntan en el colegio de qué trabaja su papá, ella responde que no está segura pero que ella cree que a veces hace de padre de la novia en algunas bodas, y otras veces de pingüino en piezas teatrales sobre animales. A continuación— e invariablemente—, las maestras agendan una entrevista urgente con la madre para aclarar qué le puede estar pasando a esa criatura.  

El trabajo que Víctor desempeña desde hace casi de tres años no es tan divertido como imagina su hija. De hecho, es especialmente pasivo y tedioso sobre todo si lo compara con su efímero empleo anterior como guardaespaldas de una celebrity de la música pop local.  Aquella era una actividad mucho más apropiada para la energía volcánica de este antiguo guardia de seguridad al que Maya llama papá. Pero cada vez que ella pregunta a qué se dedica, su madre, las tías y otros familiares le propinan una serie de palabras largas, como «notepreocupes», «quemastedá» o «noloentenderías» como respuesta. Así que ella sigue imaginándole oficios.

En el trabajo actual, a base de pasar horas y horas sin poder usar sus músculos en algo útil o explosivo, y para entretenerse de alguna manera, Víctor ha adquirido una creciente adicción a los videojuegos y a las apuestas online. Mientras espera sentado en el coche de la empresa, con el móvil disimulado sobre su regazo, juega o puja en sus apuestas, y de esta forma consigue que las horas fluyan algo más ligeras. Aunque su mujer cada día se despide de él diciéndole: “Un día volverás a casa con un ojo morado”, sólo él conoce cuál es el verdadero peligro de su actividad laboral. 

Esta mañana Maya lo ha visto salir de casa con su camisa blanca, su pajarita y su lustroso traje negro, como cada día. Esta vez se ha imaginado que era el director de un circo. Y ha sonreído.  Pero entonces ha escuchado a su madre diciéndole lo del ojo morado, y se ha quedado pensativa y triste porque ella no entiende que nadie pueda pegar a alguien tan guapo, tan bien peinado y tan cariñoso como su papá.

Por la tarde, como su mamá tenía que hacer recados, era él quien estaba esperándole a la salida de la clase de judo. Han ido a casa y se han puesto a montar juntos el puzle de unicornios brilli brilli que le regaló por su cumpleaños. Sin pensárselo mucho y con la emoción que produce acercarse a un secreto, se ha atrevido a preguntarle que hace por las mañanas cuando ella está en el cole. Entonces él le ha explicado que se va con el coche que lleva dibujado a un tipo elegante como él, aparca cerca de las casas de algunos señores que tienen mucho dinero, y se da un paseo por los alrededores con una maleta por si les puede saludar.

—Ah, por eso tienes que ir tan elegante—dice Maya, con una sonrisa cómplice.

—Claro, en esos barrios la gente viste muy bien—le responde Víctor con un gesto a mitad de camino entre la ternura y la tristeza.

Los días transcurren con una cadencia rutinaria y circular alrededor de Víctor. Cada día la madre le despide con un beso asustado, Maya lo imagina hablando con voz gangosa con sus nuevos amigos ricos del trabajo, y mientras tanto él continúa consumiéndose en su adicción.

Ninguno de ellos puede saber aún que un día no muy lejano regresará a casa con un ojo morado. Y que no será por su trabajo intimidando morosos como cobrador del frac, sino porque después de muchas advertencias por las deudas acumuladas, los de la empresa de las apuestas online le han buscado y le han encontrado.

Maya, cuando lo vea llegar de lejos, creerá que lleva un parche en el ojo. Enseguida se sentirá muy orgullosa de que su papi, además del más elegante, también sea un pirata muy valiente.


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