Publicaciones

lunes, 29 de abril de 2019

Los tuppers


Fotografía de Elías Ruiz Monserrat 

Alfredito ya nació bueno. La comadrona que asistió el parto se sorprendió al ver esa expresión tan madura y sin arrugas en un recién nacido, como si en lugar de soltar su primer berrido estuviera a punto de eructar una sentencia filosófica. Con sus gloriosos tres añitos las tías y las visitas se derretían ante sus besos rubios, llenos de bucles y tan limpitos. Su mamá tenía una misión en esta vida: adorarlo y saber en cada momento lo que era mejor para ese ángel que le había sido encomendado.  
Tan horriblemente bien educado estaba que cuando jugaba a los piratas con sus primos, se le oía gritar: ¡Al abordaje…por favor!
Cuando llegaba del cole su  agenda era revisada concienzudamente y, dependiendo del volumen de tareas, la mamá le diseñaba una tabla en la que rubricaba con pegatinas de colores los tiempos de juego y de deberes pedagógica y científicamente distribuidos a lo largo de la tarde.
Siempre abierta a compartir experiencias y opiniones con su hijo, el día que se encontró en su ordenador el rastro de una página porno, le regañó con suavidad y le propuso una charla tras visualizar conjuntamente un capítulo de “ese tipo de películas”. Sin querer ofenderla, el respetuoso adolescente jamás volvió a sacar el tema.
No le hizo mucha gracia a Alfredo que ella le acompañara a matricularse a la Universidad. Se lo permitió porque le aliviaba inconfesablemente mudarse a la gran ciudad. Era la primera vez que se separaba de su madre, quien a partir de entonces solo podría manifestar su agresivo amor insistiendo en prepararle cada domingo una bolsa llena de tuppers etiquetados con los días de la semana para que no tuviera que molestarse en cocinar, y pudiera dedicar todas sus energías a estudiar ingeniería aeronáutica, esa carrera tan prestigiosa… y que tan alto y lejos le iba a llevar.


fotografía de Elías Ruiz


8 comentarios:

  1. me ha tocado la patata lo del abordaje :)

    a veces confundimos el amor con la asfixia, la vida de nuestros progenitores con la nuestra, como si fuesen el crisol en el que intentamos depurar todos nuestros fallos en busca de una segunda oportunidad... Cuántas vidas estropeadas por ese mal interpretado cariño...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es una caricatura, por supuesto ( aunque las caricaturas, ya se sabe, se basan en deformar ligeramente el aspecto real) pero tienes razón en lo que dices de que es una catástrofe confundir esas dos palabras que, aunque empiezan con la misma letra, son términos totalmente opuestos.Como también son opuestos estos otros dos: pasivo-agresivo, pero hay personas que los incluyen ambos en una sola acción. A veces la agresividad se suministra con cucharadas de miel y eso hace que todo sea más confuso si cabe. No sirve de nada este texto,lo sé, pero yo me siento más liviana desde que lo he escrito.

      Eliminar
    2. Cómo que no sirve, todo lo que sea reflexionar no me parece una pérdida de tiempo ;) da igual que no parezcas llegar a ningún lado.

      Eliminar
    3. Gracias! Claro, estamos tan acostumbrados a sacar rédito de todo que tendríamos que re-definir el término "utilidad". Claro que sirve reflexionar, aunque solo sea para averiguar lo que se piensa sobre algo.Un saludo agradecido Beauséant. Por cierto, ¿ nos conocemos en persona?

      Eliminar
  2. Hay personas tan protectoras que no son conscientes de que privan de la libertad del otro. Todo tiene límites y tan negativo es no llegar como traspasarlo.
    SAludos,

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A veces el mensaje que se transmite con la sobre-protección es agresivo: "tú no sirves, no sabes cómo hacerlo, pobrecito, ya te lo soluciono yo todo". Eso debilita a la persona supuestamente querida. Es más un reflejo del miedo de los padres que del amor. O así lo creo.

      Eliminar
  3. Leyendo tu relato, el lector puede sospechar la importancia de la rebeldía infantil y juvenil en el intento de forjar ellos su propia cosmovisión y vivir su propia vida al margen de los proyectos que hayan urdido los padres por bienintencionados que sean. Tenemos una hija postadolescente que nos las está haciendo pasar canutas, y supongo que es eso: crear su propio mundo en base a sus propias experiencias y valores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Joselu, estoy convencida de lo que dices. Independientemente de si los padres hemos sobreprotegido o no, creo que tiene que haber un momento ( largo, y muchas veces doloroso) de distanciamiento de los hijos respecto a los padres. Digamos que nuestra resistencia a esa separación no les hace ningún bien. Y cuanto mejor aguantemos el tipo y no nos lo tomemos como algo personal mejor, pues de alguna manera ellos crecen subiéndose encima de nuestra chepa. Y aquí hay un aprendizaje -difícil para nuestro orgullo- de dar libertad y confiar en su vida más allá de nuestra influencia sin pedir réditos por nuestra inversión en cariño. Dicen que luego vuelven y que el cariño regresa como un boomerang si no nos asustamos con ese espejismo de rechazo. Amén. Qué aventura tan difícil, pero qué emocionante, ¿no?.

      Eliminar