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domingo, 29 de julio de 2018

Otra oportunidad

Ron Gonsalves 



Ayer, en la sobremesa de  la cena familiar,  fantaseamos con la idea de elegir a un personaje histórico al que pudiéramos resucitar por un pequeño lapso de tiempo (unas horas, un día) con el fin de mostrarle algo  y a continuación enviarlo de vuelta a la tediosa eternidad.
Mi hermana dijo que se llevaría a Van Gogh a dar una vuelta por el magnífico museo dedicado a su pintura en Ámsterdam. Una vez recuperado de esta última alucinación podría visitar a los clásicos en el vecino Rijksmuseum y regresar al otro lado con una sola oreja pero con la autoestima completa.
Mis padres discutieron la propuesta de hacerle experimentar a Hitler una muerte más lenta que la que eligió. A Tesla habría que volverle a la vida y rendirle un homenaje rebosante de luces y efectos especiales, dijo mi padre. En cuanto a la posibilidad de revelarle a Martin Luther King que su país ha tenido un presidente negro nos pareció muy buena idea, pero tuvimos dudas sobre la oportunidad de la coyuntura  política del momento.
Yo, animado por el postre y el café, me atribuí la potestad de resucitar a dos personajes de forma simultánea. En mi descargo argumenté que fueron coetáneos y que ambos  tuvieron intereses y estudios similares. Señalé que era importante propiciar un encuentro crucial que el destino evitó en su  momento de forma imperdonable. Les puse en antecedentes: Darwin por fin leería esa referencia a  un oscuro artículo de un monje aficionado a la botánica que hablaba de guisantes verdes y amarillos. Su aguda inteligencia no tardaría en captar que los estudios del tal Mendel eran exactamente la gran laguna que le faltaba a su teoría para ser completa. La fusión entre su prodigiosa capacidad de síntesis con la habilidad analítica del concienzudo experimentador haría compatible lo fijo con lo voluble, la herencia con la evolución. El ying y el yang. Entre los dos harían uno, el más grande.  
Se podrían encontrar en un punto intermedio entre Inglaterra y la República Checa, pongamos un vanguardista  instituto de Biotecnología  de una ciudad alemana.  Propuse darles el doble de tiempo que a los demás: el primer día para intercambiar ideas entre ellos (el privilegio de presenciar semejante espectáculo estaría reservado a unos pocos), y el segundo para que el investigador más eminente del Centro les enseñara las instalaciones y les hablase de cromosomas, mutaciones, células madre y diagnosis de enfermedades genéticas. Al terminar se les ofrecería una taza de té. Tras la deflagración que los devolviera respectivamente a la Abadía de Westminster y al cementerio central de Brno, se procedería al tratamiento del ADN obtenido de sendas cucharillas. De esta forma los futuros clones tendrían una prolongada y merecida oportunidad de charlar sobre la vida, un asunto cada vez más enrevesadamente apasionante.


Franz Ackermann



5 comentarios:

  1. Me encanta, Paz, cómo conjuntas tu desbordante imaginación con tu pensamiento científico.

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  2. ahh, muy buena la idea y la historia. Siempre es un placer leerte.
    Unos abrazos grandes

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  3. Otros abrazotes agradecidos del mismo tamaño para ti, Elena!

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  4. José Ignacio Tamayo12 de noviembre de 2018, 8:37

    Especial para licenciados en Biología y para que los alumnos d cuarto de la ESO entiendan que ni siquiera los GRANDES pueden abarcarlo todo.

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