Se trata de dos hembras con
sendos cargamentos. Una de ellas fue atrapada con 150 granos encima y la otra
con 137. Supongamos que los necesitaban para criar a su prole. Supongamos.
La historia no parece un
cuento de hadas.
Pero tratemos de imaginar la
escena en su contexto real. Ahora: el tiempo detenido en el interior de una
gota traslúcida y rubia como un caramelo. Entonces: gimnospermas y frondes de
helechos bajo un cielo magenta. Al fondo un braquiosaurio señorea el pantano.
Dos ejemplares de
Gymnopollisthrips minor cargadas con granos dorados de polen están a punto de
llegar a su nido con el botín. Justo en la frontera entre el bosque y el
lodazal una gota de resina pende indecisa del borde de una rama. Al paso de la
comitiva se precipita sobre la prueba más antigua de polinización por insectos,
que ahora mismo -cien millones de años después- está siendo examinada por ojos
asombrados y expertos en el sincrotrón de Grenoble.
Sigue sin parecer un cuento de
hadas. Pero si nos paramos a pensar en toda la tradición de huerfanitos que nos
ha brindado el género, no podemos dejar de sentir una cretácica compasión por
las pobres larvas que esperaban a sus mamás en ese remoto nido.
El azar puede ser un ogro, y
ya sabemos que la selección natural siempre ha sido una madrastra implacable y
cruel.
Este es el segundo microrrelato publicado en en número 9 de la revista Plesiosaurio. Muy agradecida de que mis insectos hayan ido a parar al sistema digestivo de semejante dinosaurio literario.
Me gusta sentir una cretácica compasión, Paz. De verdad que me gusta. :)))
ResponderEliminarUn abrazo,
Las compasiones antiquísimas son las mejores, claro.Gracias, Pedro.
EliminarCerrada ovación de un incondicional. Que soy yo.
ResponderEliminarUn abrazo,
D.
Ohh, la vanidad me embarga. Como te comenté , alguien tenía que encargarse de reabrir el tema de los huerfanitos en los cuentos de hadas , que últimamente estaba muy desatendido ;-) Abrazos , abrazos.
EliminarNo lo había visto así hasta ahora, pero... sí, tienes razón, quizás porque lo has contado bien.
ResponderEliminarGracias, Luisa, por pasarte y comentar. A veces, en mi afán por relacionar cosas irrelacionables saco conclusiones que no se pueden ni demostrar ni desmentir sino todo lo contrario jaja. Saludos agradecidos.
EliminarPrecioso, científico y humano. Me has llevado al título del libro "Has matado un hombre has roto un paisaje". Mi mujer no pisa las hormigas, piensa en sus madres.
ResponderEliminarBuscaré ese libro. A tu mujer la tengo que conocer yo, Javier. Graciasssss
EliminarQué bien que nos recuerdes estas maravillas. A Saly ya la conoces.
EliminarSíii.Tengo la suerte de conocerla.Y le pega mucho eso de mirar al suelo para no dejar hormigas huerfanitas. Me encanta el gesto. Y el conoceros en persona. Abrazos a pares!
EliminarPrecioso relato Paz. Es muy bueno. Me encanta leerte
ResponderEliminarMuchas gracias, Elena. No sabes como me encanta que te encante. Un abrazo cretácico.
EliminarUna descendencia que quedó quebrada, en beneficio de una supuesta inmortalidad.
ResponderEliminarUn punto de vista muy original, Paz.
Un abrazo
Gracias Ángel, te envío otro abrazo de vuelta.
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