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domingo, 1 de mayo de 2016

Auge y caída de una víscera


Leonardo da Vinci

La cosa empieza como un encargo en la carnicería del mercado. Una bolsa con cuatro piezas sonrosadas y frescas, que me llevo casi en secreto.
Al llegar a casa, la señora de la limpieza me dice que en su pueblo los hacían encebollados y estaban riquísimos
Ya en el laboratorio se nos muestran en todo su esplendor. Despliegan sus lóbulos, mucosidades y alvéolos ante las miradas y las manos atónitas de una población de adolescentes que trabaja en grupos y se divide a partes iguales entre aprensivos y gores.
Hay que seguir el protocolo. Describir, observar, deducir, manipular. El guión no lo contempla, pero también gritar un poco. Al final, una vez abiertas las tráqueas, observados sus cartílagos, descubiertos los bronquios, penetrado en las bifurcaciones y sumergida una parte de ese tejido esponjoso en agua, los utensilios de disección adquieren vida propia. Agujas enmangadas, tijeras y bisturís parecen tomar la iniciativa y se clavan con saña en esas vísceras que no hace tanto estaban proporcionando oxígeno a cuatro corderitos.
La práctica ha terminado. Un chico comenta que es raro, que no se parece en nada lo que han visto a lo que sale en los libros. Se van a la clase de inglés con algunas manchas de sangre salpicando sus camisetas, y los ojos brillantes.
Cuando le señalo la bolsa sanguinolenta a la señora de la limpieza del instituto me observa con esa mirada que me tiene reservada para cuando le doy más trabajo de la cuenta.



2 comentarios:

  1. Mi hija mayor estudia primero de Biomedicina y vino entre estremecida y maravillada por las primeras clases en la sala de disección donde estudiaban anatomía. El olor y el calor en la sala le causaban aprensión pero siempre salía asombrada porque el cuerpo humano no era como ella lo había imaginado. Las vísceras tenían tamaños y texturas muy distintas. Luego se fue agobiando menos y llegaba incluso con ganas de comer carne, algo que al principio rechazaba traumatizada por los trozos de carne que había visto.

    Eso es lo que tienen las vísceras. Son trozos de lo real, de la anatómico, de lo biológico. Suscitan impresiones fuertes en los estudiantes como bien expone este texto.

    ¡Qué diferentes elementos tienen nuestras materias! Los que yo llevo son sin sangre real, aunque con sangre ficticia. Lo mío es el campo de la ficción, lo tuyo, el del cuerpo en que la escritura es otra, especialmente cuando se palpan el hígado, los pulmones, la traquea, el estómago...

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  2. Yo me muevo mejor en el mundo de las ideas que en el de las vísceras, pero de vez en cuando hay que mancharse las manos de sangre en el sentido más literal de la frase. Es muy curioso cómo la observación y la manipulación que los alumnos practican en un laboratorio de ciencias crea un aprendizaje mucho más significativo y definitivo que cuando solo se utilizan las palabras para transmitir conocimientos.En la reacción ante una víscera, como le pasó a tu hija el primer año ( una de mis hijas estudió fisioterapia y le pasó lo mismo con las disecciones que hicieron en la facultad de medicina), están implicados olores, emociones, texturas... y todo en tres dimensiones!. Los alumnos, incluidos los de Aula Oberta, entran en máxima concentración y movilizan todos sus sentidos. Otra cosa es el trabajazo que hay detrás para el profesor como coreógrafo de semejante performance. Esta semana toca el corazón.

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