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viernes, 18 de marzo de 2016

Psicodelia



En lugar de acatar las leyes de la inercia y continuar con su movimiento uniforme, el satélite avanzaba a trompicones. Encendía y apagaba los sensores en un baile frenético de lucecitas de colores. Se apartaba a cada momento de su órbita, como haciendo amagos de descarrilar, indeciso y torpe en su misión.
A la NASA llegaban imágenes de una superficie terrestre psicodélica: bordes continentales desdibujados, masas de tierra con bosques color perla que se derretían sobre océanos rojos, y los áridos desiertos -antes marrones- de un azul prístino. Una imagen abstracta y desenfocada, una pintura casi metafísica de un mundo fluido y sensual, que sacudía del sopor a los orondos técnicos de la agencia espacial y auguraba un futuro diferente.

En esos días el tímido ingeniero que lo diseñó recibía -alucinado- importantes premios por su novedosa aportación a la confluencia entre las artes y las ciencias.






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