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domingo, 21 de septiembre de 2014

Una alegría en observación



                                                            "Si te salvas por los pelos, quedas traumatizado. Si te                                                 salvas holgadamente, piensas que eres invencible"  Malcolm Gladwell


Una madre abraza emocionada a su hija que ha sido rescatada del mar por un surfista casual tras horas de angustia viendo cómo se la llevaba la corriente hacia el fondo.Los turistas salen exultantes de un hotel de Hong Kong después de pasar una larga cuarentena incomunicados en sus habitaciones debido a la epidemia de gripe aviar.Una adolescente disfruta de la agradable sensación de pasear sin muletas un mes después de sufrir un esguince en el pie. El sabor de los alimentos explota como una nube de fuegos artificiales en la boca de  un hombre que ha permanecido hospitalizado una larga temporada alimentándose del suero que le entraba por la vía que le mantenía atado a su cama.
Sobrevivir a un accidente de coche, encontrar a tu perro desaparecido, recoger los resultados de un análisis de seguimiento de un antiguo cáncer y comprobar que se te regala más tiempo…
Si observamos de cerca éstas alegrías-que es una sola alegría, la alegría de sentirse vivo, de haber escapado de las zarpas de lo irreversible, de haber burlado a la muerte un rato más- podremos ver sonrisas francas, rostros luminosos, lágrimas de agradecimiento, respiraciones profundas, una ola de energía que invade todo y recorre la sangre abriendo ventanas.
    Es un tipo de alegría de una textura especial, nítida y gratuita como un don. Nada que ver con el merecido orgullo que sobreviene después de un esfuerzo, ni con la satisfacción por el deber cumplido. Es la gracia divina, la sabia bruta que fluye como un torrente por los conductos y lo ilumina todo. Rotunda, oxigenada y dulce.   
Probablemente no podríamos soportar esta intensidad emocional si tuviéramos que sentirnos así cada vez que volviéramos de la playa o cada vez que saliéramos de un hotel. Si en cada paseo, comida o viaje  hubiéramos de experimentar la misma alegría que vivimos en los momentos posteriores a haber rozado un peligro real, nuestra existencia se convertiría en una continua sorpresa agradecida ante el milagro, en la constatación de lo resistente que se muestra la vida a pesar de lo vulnerable que la sabemos.
Puedo comprender la dificultad que supondría mantenerse en ese estado de ánimo constantemente, vivir sin coraza, estremecidos, deslumbrados…pero no me resisto a preguntarme ¿Por qué , al volver a la normalidad tras una situación límite, nos ataca esta grave amnesia que permite que enseguida volvamos a dar todo por supuesto, a sentir un tedio gris ante situaciones cotidianas como despertar a un niño y ver que sus ojos se abren lentamente o comprobar que nuestros órganos internos siguen funcionando y permanecen silenciosos, cuando en realidad estamos asistiendo a un prodigio  o cuanto menos a un hecho extraordinario?


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