"Si te salvas por los pelos, quedas traumatizado. Si te salvas holgadamente, piensas que eres invencible" Malcolm Gladwell
Una
madre abraza emocionada a su hija que ha sido rescatada del mar por un surfista
casual tras horas de angustia viendo cómo se la llevaba la corriente hacia el
fondo.Los turistas salen exultantes de un hotel de Hong Kong después de pasar
una larga cuarentena incomunicados en sus habitaciones debido a la epidemia de
gripe aviar.Una adolescente disfruta de la agradable sensación de pasear sin
muletas un mes después de sufrir un esguince en el pie. El sabor de los
alimentos explota como una nube de fuegos artificiales en la boca de un hombre que ha permanecido hospitalizado
una larga temporada alimentándose del suero que le entraba por la vía que le
mantenía atado a su cama.
Sobrevivir
a un accidente de coche, encontrar a tu perro desaparecido, recoger los
resultados de un análisis de seguimiento de un antiguo cáncer y comprobar que
se te regala más tiempo…
Si
observamos de cerca éstas alegrías-que es una sola alegría, la alegría de
sentirse vivo, de haber escapado de las zarpas de lo irreversible, de haber
burlado a la muerte un rato más- podremos ver sonrisas francas, rostros
luminosos, lágrimas de agradecimiento, respiraciones profundas, una ola de
energía que invade todo y recorre la sangre abriendo ventanas.
Es
un tipo de alegría de una textura especial, nítida y gratuita como un don. Nada
que ver con el merecido orgullo que sobreviene después de un esfuerzo, ni con la
satisfacción por el deber cumplido. Es la gracia divina, la sabia bruta que
fluye como un torrente por los conductos y lo ilumina todo. Rotunda, oxigenada
y dulce.
Probablemente
no podríamos soportar esta intensidad emocional si tuviéramos que sentirnos así
cada vez que volviéramos de la playa o cada vez que saliéramos de un hotel. Si
en cada paseo, comida o viaje hubiéramos
de experimentar la misma alegría que vivimos en los momentos posteriores a
haber rozado un peligro real, nuestra existencia se convertiría en una continua
sorpresa agradecida ante el milagro, en la constatación de lo resistente que se
muestra la vida a pesar de lo vulnerable que la sabemos.
Puedo
comprender la dificultad que supondría mantenerse en ese estado de ánimo
constantemente, vivir sin coraza, estremecidos, deslumbrados…pero no me resisto
a preguntarme ¿Por qué , al volver a la normalidad tras una situación límite,
nos ataca esta grave amnesia que permite que enseguida volvamos a dar todo por
supuesto, a sentir un tedio gris ante situaciones cotidianas como despertar a
un niño y ver que sus ojos se abren lentamente o comprobar que nuestros órganos
internos siguen funcionando y permanecen silenciosos, cuando en realidad
estamos asistiendo a un prodigio o
cuanto menos a un hecho extraordinario?
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