Para Sara
Si se miran
desde lejos, los Puertos de Beceite se ven de color azul. Eso lo sabía yo con
cinco años porque cada verano pasábamos las vacaciones en Tortosa. Siempre me
impresionó el enorme macizo con forma de mujer dormida al fondo del valle. Y
era azul. Luego he comprobado que no ocurre únicamente allí.
Ahora tengo
dieciséis años. Acabo de terminar los estudios obligatorios. He sobrevivido a
todo tipo de situaciones en mi trayectoria escolar, pero lo que me pasó el
primer día de P5 ha quedado grabado a fuego en mi memoria. Creo que fue ese
hecho el que, con el tiempo, me ha convertido en lo que mis profesores
califican como una “chica rebelde”.
El primer día de
curso, la señorita nos pidió que dibujáramos lo que habíamos hecho en verano,
qué era lo que más nos había gustado del lugar de vacaciones. Yo dibujé,
orgullosa, el chalet de mis abuelos: la
morera, los gatitos, la piscina, mis
hermanos bañándose en ella…y al fondo la
gran montaña azul. No entendí por qué la
profesora —cuando empecé a pintar con gran concentración el color de la
montaña— me dijo, como si estuviera ofendida, que repitiera el dibujo. Que las
montañas no eran azules, eran marrones o verdes, pero nunca azules. Lo único
que era azul era el cielo, sino ¿cómo íbamos
a distinguir la montaña del cielo en el dibujo?, recalcó.
Yo la miré
desolada y le dije que en Tortosa las
montañas eran azules. Me contestó que eso era imposible, que lo debía de haber
imaginado. Borré el color azul y coloreé la montaña de marrón, conteniendo mi
congoja.
Este mes de Agosto
hemos regresado a Tortosa. La enorme mole señorea el paisaje como una gran madre
omnipresente. Allá donde mires está la montaña azul, se extiende bordeando el horizonte, no puedes escapar de su presencia. Acabo de hacerme una foto
con la dama durmiente al fondo para dejar constancia de los orígenes de mi
tozudez geológica, de lo absurdo de muchas de las ideas y prejuicios que nos
transmiten algunos docentes, de mi rechazo a “lo que tiene que ser”, al “porqué
sí”, a que me digan lo que tengo que hacer o lo que tengo que pensar. Voy a
colgar la foto en el Facebook, aunque nadie entienda lo que significa para mí.

Estoy en Tortosa. Sara está lejos, añoro nuestras conversaciones madre-hija. Y me acaban de pasar la portada definitiva del libro que he escrito con Jordi de Manuel, que saldrá en septiembre. Situaciones reales sucedidas en las aulas y transformadas en relatos.En catalán, de momento. Por todo esto he elegido este relato del libro, para demostrar lo emocionada que estoy.
¡Gracias a todos los que habéis colaborado contándome vuestras historias! Y gracias a la editorial , por apostar por nosotros tal como están las cosas. Ha sido una experiencia extraordinaria escribirlo.
Jordi y yo , contentísimos de haber trabajado juntos en este proyecto.